Alfredo Ozaeta
GAURKOA

Desmemoria

Adaptando el enunciado de uno de los poemas de Bertolt Brecht podemos decir que corren malos tiempos para la lírica en la recuperación y fomento de valores basados en la decencia, honestidad, solidaridad, libertad, igualdad y respeto mutuo entre semejantes, sin distingos o filtros de procedencia, color, género o acento. Se intenta promover que el individualismo prevalezca sobre los intereses colectivos y que el emprendimiento e iniciativa personal como modelo de desarrollo social de proyectos generadores de empleo y valor añadido al conjunto de la sociedad, queden relegados en favor de proyectos individuales soportados por las nuevas tecnologías, inteligencia artificial y sistemas de redes encriptadas que faciliten el control del gran ojo.

No es casualidad la proliferación de profesiones o mejor dicho actividades como influencers, youtubers, asesores, marchantes de criptomonedas, u otros que no impliquen ningún tipo de responsabilidad ni esfuerzo, y que al ser posible estén subsidiados por los estamentos públicos. El objetivo es claro: ganar mucho dinero en el menor tiempo posible. Sin necesidad de compartir o aportar plusvalías al conjunto de la sociedad. Estos son los nuevos valores que una gran parte de las nuevas generaciones persigue. Lo de un mundo mejor más justo e igualitario esta ya obsoleto, la utopía ha pasado de moda.

Las profesiones de fontaneros, electricistas, mecánicos, pintores, etc., quedan reservadas, con perdón de los verdaderos profesionales, para ciertos partidos y clase política que tan bien conocemos, especialistas en «ajustar o sellar cañerías», «colocar enchufes», «engrasar intereses», «blanquear tonalidades incomodas» entre otras muchas más que las adaptan y practican en función de sus necesidades e intereses.

Se trata de conformar el modelo de sociedad que, a base de miedos, mentiras y de la propia desnaturalización del trabajo no cuestione el sistema que llevan tiempo tratando de reinventar ante el evidente agotamiento del actual.

Y así nos encontramos en nuestra pequeña Euskal Herria donde no satisfechos con manipular los hechos objetivos y reales que componen nuestra historia reciente, tratan de imponer su falso e interesado relato. Tratan también de formatear nuestras memorias modificando y tergiversando hechos que cambien la percepción y estado de opinión ciudadana para con los responsables de comportamientos antidemocráticos contrarios al derecho.

La objetividad en la narración de la historia es un elemento fundamental, para que además de dar a conocer nuestro pasado, nos ayude a entender de modo fidedigno hechos relevantes de cómo y en qué condiciones hemos llegado al presente.

Una de las formas de alterar la realidad del curso de los hechos es impedir la participación de todos los protagonistas en la redacción o trasmisión de lo sucedido, reservándola únicamente a una parte, su parte, con lo cual reducen el compendio de los hechos a una única versión, por supuesto siempre la favorable a sus intereses. Por ello el dicho de que la historia la escriben los vencedores, que sin estar del todo de acuerdo ni ser el caso que ocupa a nuestro pueblo, no es más que la utilización de la fuerza por parte del poder para imponer su mentira. La justificación de las guerras e invasiones suelen ser el exponente más claro de la mentira y adulteración de sus razones.

Como ejemplo, el actual conflicto de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, donde las noticias se remiten a lo inmediato en vez de contextualizar este trágico e impensable episodio en el siglo XXI, tratando de vender que se trata de algo decidido por el capricho de un paranoico o producto de una mala noche, en vez de explicar los motivos económicos y geopolíticos que llevaban años gestándose, con las correspondientes responsabilidades mutuas y del resto de potencias en su particular partida hegemónica y de toma de posiciones. Sin importarles un comino el coste de los penitentes, o lo que es lo mismo el sufrimiento y castigo a la ciudadanía global.

Sin obviar que mientras a este se le dedican todo tipo de medios en su difusión en vivo y en directo, llegando en muchos casos a la morbosidad en sus comentarios y análisis, otros igual de trágicos e injustos, o más, se ocultan e ignoran a la población. ¿Estarán volviendo a reeditar otro macabro capítulo de la guerra fría?

En esta sociedad tan digitalizada donde las tecnologías están sustituyendo o suplantando al raciocinio humano reduciéndonos a meros consumidores y anulando nuestra capacidad de pensamiento, análisis o cálculo, tenemos que reivindicar la memoria como función y capacidad del cerebro para recuperar y retener información del pasado. Al menos la memoria episódica.

Esta recuperación nos ayudara a no participar de la desmemoria que quieren implantarnos basada en conjugar el olvido con la tergiversación y alteración de la realidad de lo sucedido, y su justo reparto de razones y responsabilidades en las consecuencias, actos y decisiones. La fiel recopilación y legado de los acontecimientos de cada momento, contexto y sociedad bien podríamos decir que es el embrión o génesis de la historia de cada pueblo.

No es de recibo que todavía no se reconozca que lo que llaman guerra civil fue un levantamiento militar fascista contra un gobierno legítimo, que no se recuerde que hace no tanto nos educaban con sus proclamas nacional católicas obligándonos a cantar canciones fascistas, xenófobas y supremacistas, que la monarquía borbónica corrupta fue impuesta por un dictador, la hipócrita reconversión de los facinerosos en demócratas en 1978, que intenten que olvidemos quienes fueron los que ejecutaron a jóvenes por oponerse a su pensamiento único y demandar democracia y libertades, o que sigan negando la existencia de torturas. Por no hablar de quienes fueron los responsables de la represión y matanza el 3 de Marzo de 1976 en Gasteiz por pedir dignidad y mejoras laborales. Son una mínima parte de hechos que quieren que olvidemos para maquillar y conformar un relato o historia sesgada e incompleta que poco o nada tiene que ver con la verdadera.