Maite UBIRIA BEAUMONT
BAIONA

Un duelo a dos en el que se ha colado el «tercer hombre», Jean-Luc Mélenchon

Al cierre de la campaña de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, los candidatos aquilataron sus últimos mensajes con la esperanza de que los votantes cristalicen mañana su opción en las urnas.

Una misión compartida: evitar que la abstención desluzca la madre de todas las elecciones, la que lleva a designar al presidente de la República. Esos comicios son la clave de bóveda de la arquitectura electoral e institucional, según los códigos de la V República, fundada en 1958 por el general De Gaulle.

Investido por la guerra en Ucrania como «comandante en jefe», Emmanuel Macron ha tratado de recuperar el tiempo tras el retraso en la oficialización de su candidatura y contener su caída en las encuestas, que le otorgan hasta seis puntos menos que hace dos semanas en la primera vuelta y que le dan un margen que roza el empate técnico en la segunda vuelta del 24 de abril. No obstante, pocos dudan de su victoria en ambas jornadas. Con todo, la pujanza de la ultraderecha, que con dos marcas, la de Marine Le Pen y la de Éric Zemmour, en disputa, podría recabar entre el 25 y 30% de los sufragios, ha encendido las alarmas en el final de esta campaña devaluada. Así las cosas y ante el augurado paso de Le Pen, lo que llevaría a repetir el duelo de 2017, desde el campo del «tercero», el candidato de la France Insoumise, se remarcaba la disposición a acordar en segunda vuelta con todas las fuerzas de izquierda, a cambio de un «voto eficaz» este domingo.