El continente americano alberga más de una cuarta parte de las personas migrantes en el mundo. Un flujo de personas en constante aumento al que es necesario proteger y atender, según advirtieron los representantes de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja durante la cumbre sobre migración que se ha desarrollado estos días en Panamá. A ella han acudido cancilleres de veinte países americanos, entre los que destaca el secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, buena muestra de la creciente importancia política de los grandes flujos migratorios.

Entre los factores que empujan a las personas a migrar destacan los devastadores efectos socioeconómicos de la pandemia, la crisis climática, los desastres naturales y las continuas crisis políticas en algunos Estados. A todo ello no son ajenas las decisiones políticas que a menudo se toman con el objeto de debilitar a los gobiernos de otros países. Así, por ejemplo, muchos de los migrantes que tratan de llegar a EEUU son cubanos, ya que en virtud de una ley de 1966 solamente con que permanezcan un año en el país pueden obtener la residencia. Sin embargo, el cierre del consulado de EEUU en La Habana y la posterior ruptura de relaciones, durante la presidencia de Donald Trump, ha llevado a muchos cubanos a buscar caminos alternativos para migrar, sobre todo tras la crisis económica provocada por la pandemia. La presión ha aumentado tanto que la Administración de Joe Biden ha decidido recuperar las relaciones y ayer se reunió por primera vez con representantes del Gobierno de Cuba para hablar sobre migración.

Mientras la comunidad internacional no avance en construir un mundo más justo y seguro –algo difícil en el actual contexto–, los flujos migratorios no harán sino aumentar. En cualquier caso, la incompetencia de los dirigentes políticos no exime a los Estados de la obligación de proteger la dignidad de los migrantes, de atender sus necesidades y de establecer vías de tránsito seguras.