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Le Pen y Mélenchon pujan por liderar la oposición a Macron

La ultraderechista Marine Le Pen y el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, los dos grandes derrotados de las pasadas presidenciales francesas, pujan por convertirse en líderes de la oposición al ganador, Emmanuel Macron, lo que pasa por ser los más votados en las elecciones legislativas del próximo mes de junio.


Marine Le Pen, de Rassemblement National (RN), y Jean-Luc Mélenchon, de la France Insoumise (LFI), se encuentran ya inmersos en la batalla por las elecciones legislativas francesas del 12 y el 19 de junio, tras la victoria en las presidenciales de Emmanuel Macron, con el objetivo de liderar la oposición.

Pero la dinámica de pasadas ediciones muestra que el electorado de los perdedores de las presidenciales se desmotiva y vota menos en las legislativas, todo lo contrario que los del ganador, a quien quieren otorgar una mayoría amplia para que pueda aplicar su programa.

Las conversaciones internas para constituir dos grandes bloques, uno a la derecha y otro a la izquierda, que puedan enfrentarse al partido macronista, La République en Marche (LREM), ya han comenzado. Pero parece poco probable, según analistas, que los opositores a Macron se unan en dos bloques, lo que reducirá también su peso en la Asamblea Nacional.

El ultraderechista Éric Zemmour, cuarto de la primera vuelta de las presidenciales, tendió la mano al campo de Le Pen la noche electoral, aunque la respuesta de RN fue tajante y, por boca de Jordan Bardella, mano derecha de su líder, aseguró que presentarían candidaturas en todas las circunscripciones, lo que se traduce en un portazo a la oferta de Zemmour.

La dinámica de los sondeos le es favorable y, según las proyecciones basadas en el voto de las presidenciales, la ultraderecha podría tener entre 117 y 147 diputados, lo que le convertiría en el segundo grupo de la Asamblea Nacional. Solo le superaría LREM, a quien otorgan entre 328 y 368 escaños de los 577 que componen la Cámara Baja, una amplia mayoría absoluta.

El sondeo, publicado por la revista “Challenges”, no da ningún escaño a Zemmour si acude en solitario, lo que explica los llamamientos de sus lugartenientes a la unidad con Le Pen.

Zemmour también apeló a que se sumaran a su «amplia alianza de todas las derechas» a Les Républicains. Pero el Consejo Estratégico de ese partido, que con 101 diputados es el segundo más numeroso en la actual Asamblea, rechazó ayer diluirse en otras alianzas, aunque las encuestas auguran que perderá la mitad de su representación. Eso ha llevado a muchos de los actuales diputados a decir que serían favorables a presentarse conjuntamente con LREM.

LFI multiplica sus contactos

Las alianzas tampoco avanzan en la izquierda, donde Mélenchon, tercero en las presidenciales, se ha erigido como el artífice de la conformación de un bloque unido. Su formación multiplica los contactos con los ecologistas y está prevista una reunión hoy con el Partido Socialista, aunque el peso electoral de este último (menos del 2%) ha caído de forma considerable.

El ex primer ministro Lionel Jospin consideró en el diario “Le Parisien” que «sería positivo para el PS participar en un acuerdo electoral de toda la izquierda», aunque no todo el mundo en el partido está dispuesto a aliarse con Mélenchon.

Muchas de sus figuras han partido ya hacia el campo macronista o se disponen a hacerlo.

Mélenchon está convencido de que si la izquierda concurre unida puede lograr una mayoría en la Cámara que le permita ser primer ministro y frenar algunas de las reformas que prometió Macron, como el retraso de la edad de jubilación.

El sondeo de “Challenger” otorga a LFI entre 25 y 45 diputados si acude en solitario y augura que, en caso de alianza, no lograría más escaños que si cada partido concurre por separado.

La cohabitación, última baza de la oposición

En el Estado francés se conoce como cohabitación a la convivencia forzosa entre presidente y Gobierno de distinto signo político. Ha ocurrido en tres ocasiones durante la V República, la última de ellas entre 1997 y 2002.

Con las leyes actuales, el Elíseo y la Asamblea Nacional se renuevan prácticamente a la vez, con apenas unas semanas de diferencia.

Técnicamente, corresponde al jefe de Estado designar al primer ministro y avalar, a propuesta de este, al resto de integrantes del gabinete. Pero en la práctica no podría imponer un primer ministro contrario a la mayoría legislativa, como recuerda el profesor universitario Dominique Rousseau, ya que «el artículo 49 de la Constitución precisa que el primer ministro debe tener la confianza del Parlamento» y la Asamblea Nacional podría tumbar de manera prácticamente inmediata una candidatura que no considere afín.

Ningún presidente ha llevado nunca el pulso político a este nivel y, en todo caso, debería limitarse a sugerir a potenciales ministros, aunque esto depende en gran medida del grado de colaboración que muestre el jefe de Gobierno. Ni Jean-Luc Mélenchon ni Marine Le Pen parecen especialmente colaboradores con Macron.

Un primer ministro contrario a la línea del Elíseo limitaría en gran medida el margen de maniobra política de Macron e incluso podría promover leyes o decretos contrarios a los deseos del mandatario. De hecho, Rousseau recuerda que Jacques Chirac no pudo impedir que saliesen adelante medidas como la semana laboral de 35 horas o la cobertura de salud universal.

No obstante, el poder del primer ministro tampoco es ilimitado, ya que ni Le Pen ni Mélenchon podrían modificar a su antojo la Constitución para introducir algunas de las medidas que prometieron en campaña, incluida la convocatoria de referéndums. Macron, además, tendría plena libertad para cuestionar la labor del Gobierno y desmarcarse de él en cuestiones potencialmente espinosas, como la política internacional.

Además, el presidente dispone de un botón nuclear, el de la disolución de la Asamblea, previa consulta con el primer ministro y los presidentes de las dos cámaras del Parlamento, pero Macron no estaría obligado a seguir sus consejos y podría frenar «in extremis» la aprobación de leyes.

Esta herramienta tiene límites, ya que es una jugada única. Si la mayoría opositora se mantiene tras la repetición electoral, el mandatario tendría que acatar la cohabitación, ya que solo puede haber una disolución al año, o dimitir.GARA