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Una izquierda de país, necesaria, urgente y posible


Hace unos días, un grupo de personalidades que han desempeñado un destacado papel en la política vasca de los últimos decenios publicaba en la prensa un artículo invitando a «poner en hora el reloj de Euskadi». Siendo como era una reflexión desde la izquierda, señalaban que «poner en hora el reloj de Euskadi requiere poner en hora a la izquierda del país», y abogaban por la búsqueda del encuentro entre esa izquierda de diferente origen y trayectoria.

No era la primera vez que este colectivo salía a la palestra con ese llamamiento de fondo. La entrada en pandemia, hace dos años, frenó aquel movimiento inicial, pero los resultados de la misma a día de hoy no han hecho sino cargar de razón los argumentos entonces expuestos y ahora actualizados.

Por otra parte, más allá de voluntades manifestadas en formato de pequeño colectivo como los mencionadas, también destacados portavoces de EH Bildu, incluido el propio Arnaldo Otegi, se han expresado en términos de apertura a nuevos horizontes de encuentro.

Para quienes suscribimos el presente escrito, todos ellos son indicadores de que podemos estar en puertas de un eventual nuevo contexto, un nuevo escenario de encuentro para la izquierda. Hablamos, obviamente, de una izquierda transformadora, no de una izquierda de suma y sigue.

Pretendemos por lo tanto poner sonido estéreo y coral a ese llamamiento para que otros a su vez hagan lo mismo y así ir activando pasos en busca de ese encuentro.

También nosotros creemos que «hay mimbres para una izquierda de país que se agrupe en torno a un programa de actuación compartido». Exploremos pues ese camino.

Es necesario ese encuentro. Lo es en la izquierda en general, en la izquierda europea, en la izquierda peninsular y, cómo no, en nuestra izquierda, en la izquierda del país. Think globally, act locally.

Nuestras sociedades requieren alternativas a los modelos de globalización neoliberales y neocapitalistas, a los modelos de gobernanza autoritarios no ya emergentes, sino lamentablemente asentados. La humanidad precisa sistemas que pongan en el centro de la vida social al ser humano y no al capital. La izquierda nació para eso, pero desde hace algunos decenios naufraga entre la desorientación y la desesperanza, noqueada por el aluvión neoliberal, incapaz de ofrecer respuestas propias ni a la crisis mundial del decenio pasado, ni a la pandemia de éste, ni a esta guerra recién surgida en Europa, una vez más, que afecta a todo el mundo.

Es urgente ese encuentro. Desde esa lectura general, Euskadi, Euskal Herria, es nuestro ámbito de actuación. Y este país está bloqueado, asentado en el inmovilismo. Fue vanguardia en muchos aspectos tras la muerte de Franco y hoy ha renunciado a avanzar. Educación, sanidad, calidad laboral, bienestar... No somos lo que parecíamos ser.

El país requiere una sacudida, un revulsivo. ¿Será la izquierda capaz de insuflar el aliento que el país requiere? Desde luego no lo será esa izquierda que, limitada a seguir los designios de sus centrales aposentadas en la capital del Estado, ha renunciado a asumir el máximo nivel en la dirección de las riendas de la gobernanza en Euskadi.

El país requiere ser reconocido como tal por el conjunto de la izquierda, en primer lugar, al menos en términos similares a como lo hacía la izquierda durante el periodo antifranquista. Siete territorios y derecho de autodeterminación eran reconocidos en la cultura general de la izquierda vasca de la época. No nos parece que, en el marco del reconocimiento mencionado, la pujante izquierda independentista de hoy y aquellos otros sectores posicionados en el federalismo o el confederalismo debieran tener problemas para encontrarse en un proyecto de consenso. A partir de ahí, menos problemas cabría esperar para ello entre quienes comparten inquietud por el reparto social de la riqueza, la universalidad del estado del bienestar, la democracia y la participación social, la incorporación del concepto de sostenibilidad natural a los modelos de desarrollo, las reivindicaciones que ha traído el feminismo, la diversidad en la opción de género, el cuidado de las personas, la atención solidaria a la migración, el reto de nuevos escenarios presentados por la biotecnología, la robótica, y tantos otros aspectos.

Sin embargo, es necesario alcanzar esos consensos que nos permitan hacer propuestas transformadoras a la sociedad, que a su vez avale las mismas con amplias mayorías estables en el tiempo.

Es posible ese encuentro. También nosotros lo creemos. Hay masa crítica entre gentes de izquierda que tras experiencias partidarias efectivas en su tiempo pero fallidas después, buscan un lugar de encuentro. Gentes, también, que militaron y militan en movimientos sociales o sindicales al margen de opciones partidarias y que buscan orientación en alternativas sólidas de futuro.

Tampoco falta alguna alternativa consolidada. Y si ayer había encuentros que parecían imposibles, los factores de imposibilidad de entonces hoy han desaparecido. Hace falta que unos se abran a nuevas oportunidades y otros aporten disposición activa para crearlas, para que unos y otros podamos confluir en un amplio proyecto transformador desde la izquierda.

No tenemos mucho que perder, si acaso un intento fallido más, sí en cambio todo que ganar, desde luego nosotras, como gentes de izquierda, pero sobre todo la sociedad misma.

Bien es cierto que «las inercias de fragmentación tan arraigadas en la izquierda» están ahí y que entre todas y todos nosotros hará falta «una inmensa dosis de generosidad». Pero también creemos que «el esfuerzo bien merece la pena». ¡A por ello!

*Firman este artículo Isabel López Aulestia, Garbiñe Atxukarro, Angel Elías, Paul Nicholson, José Navas, Andrea Uña, Rubén Ardiles, Blas Sánchez, Leire Cobo, Roberto Lazpita, Ricardo García, Carmen Carcedo, Marga García, Alberto Mussons, Gaspar Antolín, Josune Bilbao, Joseba cobo, Aaron Rodríguez e Iñaki Gómez.