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EDITORIALA

La trampa autonómica, cada vez más sofisticada


El Gobierno español ha decidido interponer un recurso de inconstitucionalidad contra otra ley foral navarra, en este ocasión contra varios preceptos de la Ley de Contratos Públicos. Madrid justificó la querella apuntando que esos preceptos invaden competencias exclusivas del Estado. En la CAV, el delegado del Gobierno español, Denis Itxaso, aprovechó su balance semestral para justificar el retraso en el traspaso de competencias utilizando una argumentación similar; al parecer, al disponer el traspaso se han encontrado con dificultades de carácter técnico y jurídico. La explicación no debió ser del todo convincente, ya que a continuación utilizó el argumento del «policía bueno - policía malo», señalando que Vox está al acecho, dispuesto a recurrir cualquier decisión del Ejecutivo español.

Lo cierto es que tras más de cuatro décadas de tiras y aflojas la transferencia de competencias no se ha completado y, además, cualquier ley autonómica o foral relacionada con alguna competencia ya transferida corre el riesgo de ser mutilada, ya que el Ejecutivo de Madrid siempre pueden encontrar alguna colisión por invadir competencias que otra ley atribuye en exclusiva al Estado. De esta forma se da una situación paradójica en la que unas leyes -los estatutos de autonomía- no se pueden cumplir porque entran en conflicto con otras leyes del Estado que atribuyen a este competencias exclusivas. Lejos de resolver esta contradicción, al Estado le resulta muy funcional para, por una parte, traficar con las transferencias y, por otra, una vez traspasadas, vaciarlas de competencias, un juego al que los jueces se avienen gustosamente.

Poco importa que sea el mismo partido el que gobierne en Madrid, Iruñea y Gasteiz -en coalición-, la mutilación de las competencias del sistema autonómico está por encima de los intereses partidistas que puedan tener la sucursales autonómicas del PSOE. El autogobierno se ha convertido en una trampa cada vez más sofisticada y cada vez más vacía. En un mundo en rápida transformación, solamente la soberanía puede proporcionar herramientas políticas para que este país afronte su futuro con garantías.