Antonio José MONTORO CARMONA
GAURKOA

Una propuesta de política exterior para la izquierda

Los últimos acontecimientos nos muestran cómo el proceso de transición entre el actual sistema internacional, caracterizado por el dominio del hegemón norteamericano, y un más que previsible escenario futuro de naturaleza multipolar, asimétrica y profundamente inestable, va a ser complejo y repleto de graves peligros para la humanidad en su conjunto.

La guerra en Ucrania, las tensiones en Taiwán, la escasez de grano a nivel mundial, la recomposición de la relación de Francia con sus antiguas colonias en África, las nuevas dinámicas político-electorales en América Latina o el ascenso de la extrema derecha en Europa son algunas de las expresiones más evidentes de los movimientos tectónicos que está viviendo nuestro mundo y a los cuáles la izquierda tiene que dar respuesta.

En un momento en el que asistimos a distintos intentos de reconfiguración de la izquierda en diferentes contextos, la propuesta programática de la política exterior adquiere una importancia estratégica vital. Pese a que durante los últimos tiempos este aspecto haya quedado reducido a consideraciones marginales y limitado por rígidos esquemas ideológicos, el contexto actual sitúa la concepción de las relaciones internacionales y el programa en política exterior como uno de los ejes sobre los que articular una propuesta creíble y realista de transformación social y de mejora de nuestras condiciones de vida.

Para la definición teórica y programática de la política exterior de los procesos de recomposición de la izquierda y sus expresiones organizativas y electorales, este artículo propone algunos elementos estructurales a partir de los cuales construir una propuesta orientada a la transformación de la arena internacional y que contribuya a la consecución de la paz y el desarrollo sostenible.

La premisa de partida no puede ser otra que la ruptura urgente con el marco neoliberal que tan cerca nos sitúa del desastre civilizatorio y en el que las potencias hegemónicas (EEUU, pero también otras potencias emergentes como Rusia o China) determinan la agenda internacional y empujan al resto de actores a un papel subalterno. Para ello, el marco teórico en el que debemos situarnos desde la izquierda tiene que huir del paradigma del poder y el enfoque estatocéntrico, incorporando el pluralismo y la interdependencia de la multiplicidad de actores sociales (sindicatos, partidos, ONG, movimientos sociales) que intervienen en la configuración de la sociedad internacional, con la referencia a la «diplomacia de los pueblos» como enfoque orientador.

A partir de estas pinceladas teóricas, se podrían definir los elementos estructurales de una propuesta de política exterior coherente, común y de compromiso de los diferentes procesos de redefinición ideológica y rearticulación organizativa que está protagonizando la izquierda en su conjunto.

En primer lugar, el objetivo prioritario de una propuesta de política exterior de izquierda debe dirigirse a la superación de las asimetrías globales. Para ello, los valores, principios, metodologías e instrumentos de la cooperación al desarrollo deben fungir como elementos rectores. Entendida en su mirada más amplia, la cooperación (comercial, presupuestaria y técnica) tiene el potencial de articulación de una política exterior coherente y dirigida a mejorar las condiciones de vida de la sociedad internacional en su conjunto y, por tanto, a la consolidación de la paz a nivel global.

El segundo elemento estaría ubicado en la recuperación de la soberanía. Los últimos acontecimientos en Europa nos han mostrado cómo ni la UE, ni los Estados que la componen, ni las fuerzas políticas de la izquierda han tenido la capacidad de articular una propuesta alternativa, independiente y efectiva que tuviese como finalidad la construcción de paz. En ese sentido, es importante que la política exterior propuesta por la izquierda no caiga en el error tradicional de la teoría crítica, cuyo olvido de factores determinantes como la seguridad y la fuerza económica y militar ha menoscabado su potencia explicativa y su horizonte normativo.

En tercer lugar, especialmente relevante en el caso del Estado español, encontraríamos el enfoque plurinacional. La lógica de la interdependencia de actores que supere el marco conservador del estatocentrismo, no puede estar completo si no se incorpora a las diferentes naciones y pueblos a los procesos de definición, implementación y evaluación de la política exterior. Como no puede ser de otra manera, el reconocimiento y el ejercicio del derecho de autodeterminación, tanto en la praxis política exterior como interna, representa un principio básico para sostener este pilar.

Un cuarto y último elemento, debería estar constituido por los dos principales movimientos sociales de nuestro tiempo: el ecologismo y el feminismo. Por un lado, el cambio climático, que en este 2022 se ha presentado como una realidad indiscutible y que tiene efectos reales e inmediatos en nuestras condiciones de vida, demanda de una acción concertada necesariamente global y coordinada. Por otro, la desigualdad que sufren las mujeres en todos y cada uno de los Estados, naciones y comunidades del planeta, solo puede ser abordada mediante estrategias de dimensión internacional que tengan como objetivo la eliminación de estas brechas económicas, sociales y de participación política de la mitad de la población mundial.

Como en otros momentos de la historia, la aceleración de los cambios sociales que estamos viviendo en la actualidad demanda a la izquierda respuestas útiles a las mayorías y adaptadas a la realidad. Por eso, hoy más que nunca, desde posiciones de progreso y de izquierda debemos proponer medidas en materia de política exterior que huyan de análisis esquemáticos basados en dogmas pretéritos y que, sobre la base de la cooperación, la soberanía, la plurinacionalidad y la incorporación de los movimientos sociales, contribuyan a dibujar un futuro de esperanza.