La mayoría de los negocios volvieron a abrir sus puertas, los vuelos se reanudaron en el aeropuerto de Mitiga, el único que da servicio a la capital libia, y las escuelas anunciaron que hoy se realizarán exámenes, en particular los de selectividad, inicialmente previsto para ayer, según informó un corresponsal de AFP.

Pero los daños que han dejado los sangrientos combates son significativos y visibles por todas partes en Trípoli: muchos edificios acribillados a balazos, decenas de coches calcinados y seis hospitales afectados. Los disparos y bombardeos incesantes registrados desde el viernes hasta el sábado por la noche en varios barrios de la ciudad hicieron temer una nueva guerra civil.

El Ministerio de Salud informó ayer de que 32 personas han muerto y 159 han resultado heridas, incluido un número indeterminado de civiles. «Los cohetes, los misiles, volaban sobre nuestras cabezas, en medio de los edificios residenciales», comentó a AFP Mohamad Abaya, de 38 años, que reside en un barrio que se vio ubicado en el corazón de los combates. «Estábamos realmente aterrorizados -relató Lotfi ben Rajab, un jubilado que vive en la misma zona-. La lucha fue extremadamente feroz. Un cohete cayó en la sala de estar de mi vecino pero, gracias a Dios, no explotó».

Naciones Unidas insta al diálogo

A la vista de esta escalada, la ONU instó a «las partes libias a entablar un auténtico diálogo para resolver el impasse político y a no recurrir a la fuerza para resolver sus diferencias».

Dos gobiernos se disputan el poder en Libia: uno con sede en Trípoli, en la costa oeste del país, liderado por Abdelhamid Dbeibah desde principios del año 2021, y otro dirigido desde marzo pasado por Fathi Bachagha y apoyado por el bando del mariscal Khalifa Haftar, el hombre fuerte del este.