Dabid LAZKANOITURBURU

Calma tensa en Irak después de que «el Enviado» mandara parar

El mismo Moqtada al-Sadr que, tras dejarles huérfanos, provocó que miles de sus seguidores se lanzaran al asalto de las sedes gubernamentales del Irak chií, ordenó ayer parar después de que se registraran al menos 35 muertos en los enfrentamientos y de que el país se asomara al abismo de una guerra civil entre chiíes.

El clérigo Moqtada al-Sadr, durante su comparecencia en Nayaf.
El clérigo Moqtada al-Sadr, durante su comparecencia en Nayaf. (Qassem al-KAABI | AFP)

El influyente clérigo chií Moqtada al-Sadr pidió a sus seguidores que se retiraran en un plazo de una hora de la fortificada Zona Verde de Bagdad y pidió disculpas a la población.

«Si en 60 minutos no se retiran de la sentada frente al Parlamento, dejaré de ser parte de la corriente sadrista», aseguró desde su feudo de la «ciudad santa chií» de Najaf el mismo líder que el lunes provocó un alzamiento de sus huérfanos seguidores al anunciar que abandonaba definitivamente la vida política.

Se desmarcó totalmente del levantamiento. «Vergüenza por esta revolución. Me es igual quien es el instigador de la violencia, pero con violencia no hay revolución», insistió, llegando a «agradecer la labor de las Fuerzas de Seguridad y a las milicias de Hachd al-Chaabi (Brigadas de Movilización Popular)», responsables de la muerte de la inmensa mayoría de las 35 víctimas.

Dicho y hecho. Los seguidores de Al-Sadr volvieron a casa y el Gobierno puso fin al toque de queda, decretado en Bagdad y extendido a todo el país, pero que no evitó las manifestaciones durante toda la noche del lunes y primeras horas de ayer. Hasta que «llegó ‘el Enviado’ y mandó a parar».

Bagdad fue el centro de los enfrentamientos y la Zona Verde, área fortificada que alberga edificios gubernamentales, el Palacio Presidencial y en la sede del Gobierno, ocupados por los sadristas, se convirtió en campo de batalla.

Las Fuerzas de Seguridad afirmaron que cuatro misiles impactaron en la Zona Verde y que fueron lanzados desde la inmensa barriada chií de Medina al-Sadr, en el este de la capital, donde el movimiento sadrista es muy fuerte.

En primera línea estaban las milicias, también chiíes, pero proiraníes de Hachd al-Chaabi, que lideraron la guerra en Irak contra el Estado Islámico (ISIS) y aprovecharon su adquirido prestigio para controlar a las Fuerzas de Seguridad.

Enfrente, las Brigadas de la Paz, una milicia a las órdenes de Al-Sadr heredera del Ejército de El Mahdi (El Enviado), grupo armado que se enfrentó a la ocupación estadounidense.

Los seguidores de Al-Sadr se habían hecho ya con el control de las sedes gubernamentales de Nassiriya (sur) y de Babilonia, en Hilla.

La tensión era máxima e Irak, que desde la invasión ha sufrido guerras intestinas entre la mayoría chií y las minorías suní y kurda, se asomaba al abismo de una guerra civil, esta vez entre chiíes.

Moqtada al-Sadr anunció sorprendentemente el lunes su retirada de la vida política. El país vive un bloqueo total desde las elecciones de octubre, en las que el sadrismo fue otra vez la primera fuerza (73 diputados) y las fuerzas proiraníes las grandes derrotadas.

No obstante, con el padrinazgo de Teherán, han bloqueado todos los intentos de Al-Sadr de articular un Ejecutivo con suníes y kurdos.

Al-Sadr respondió forzando la dimisión de sus diputados y lanzando a sus seguidores a ocupar edificios gubernamentales. Los proiraníes respondieron con contra-acampadas.

Los sadristas exigen la disolución del Parlamento y nuevos comicios para acabar con la corrupción. Los proiraníes aceptan nuevas elecciones, pero tras formar Gobierno para encarar la cita con «garantías».

En un (pen)último movimiento, Al-Sadr ordenaba parar, entre rumores de fuertes presiones de Teherán y la amenaza de una guerra abierta.

El tiempo lo dirá, pero nada apunta a que, tras esta demostración de fuerza, y de flexibilidad, el clérigo vaya a abandonar. Menos cuando sabe que tiene el control de la rabia de la calle por la corrupción rampante y el padrinazgo de Irán sobre un país, Irak, que no nació para ser comparsa del poder persa. Y que está en espera de que la reactive, por activa o por pasiva.

El líder kurdo Masud Barzani hace una llamada a la calma

El líder del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y expresidente de Kurdistán sur, Masud Barzani, expresó ayer su «preocupación» por la situación en Irak e hizo un llamamiento a la calma apelando a la responsabilidad y moderación de todos para «evitar recurrir al lenguaje de las armas y la violencia para resolver conflictos y problemas».

Por ello, pidió tanto a la población como a la clase dirigente que «piensen en soluciones que traigan el bien al pueblo iraquí y tomen medidas en consideración el interés general del pueblo y del país».

En la misma línea, el secretario general de la ONU, António Guterres, llamó a la calma y la moderación, a través de su portavoz, Stéphane Dujarric, e instó a todas las partes «a tomar medidas inmediatas para calmar la situación y evitar cualquier violencia» mediante «un diálogo pacífico e inclusivo».GARA