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EDITORIALA

La inflación también se combate con impuestos


La inflación en Hego Euskal Herria sigue por encima del 10%. Según los datos que ofreció el INE español, el alza de precios interanual alcanzó el 10,3% en la CAV mientras que en Nafarroa llegó hasta el 11%. Una subida del coste de la vida que es generalizada en toda Europa y que está provocada fundamentalmente por desajustes en la oferta. A pesar de ello se mantiene la explicación del exceso de dinero en circulación, tesis que ha servido al Banco Central Europeo para subir 75 puntos básicos los tres tipos de interés clave. De esta forma, los trabajadores, además de soportar un enorme aumento del coste de la vida, ahora también tendrán que pagar más intereses por sus préstamos e hipotecas. Sin olvidar que, al encarecer el crédito, el aumento de tipos contribuirá a enfriar la economía y provocará que muchos trabajadores pierdan sus empleos, cargando en este aspecto también las consecuencias de la inflación sobre la clase trabajadora.

Sin embargo, la decisión de la institución que preside Christine Lagarde de subir los tipos ofrece otra perspectiva muy diferente para los ricos. Para la clase rentista el mayor enemigo que existe es la inflación que hace que las riquezas que poseen pierdan valor rápidamente. La inflación desgasta el capital acumulado, devalúa los préstamos concedidos y deprecia toda clase de inversiones. Por esa razón, la subida de los tipos de interés para los poseedores de grandes patrimonios es una gran noticia: significa que podrán aumentar los ingresos de sus activos, ya sean estos inversiones financieras, préstamos o bonos del Estado, y compensar su depreciación. Un alza de tipos aumentará la rentabilidad, lo que se traducirá en mayores ganancias para las grandes fortunas.

La decisión del BCE de subir los tipos tendrá escaso efecto sobre la inflación pero contribuirá todavía más a redistribuir el ingreso a favor de los más ricos, y a trasladar las cargas del ajuste a la clase trabajadora. Sin moneda, sin banco central y sin soberanía Euskal Herria carece de los principales instrumentos para encauzar el conflicto redistributivo que subyace a la inflación. El único instrumento a mano es el fiscal: los impuestos a la riqueza y a los beneficios extraordinarios.