Joxerra BUSTILLO KASTREXANA
KOLABORAZIOA

Recuerdo de Jon Odriozola

Mi primer recuerdo de Jon Iñaki se remonta a finales de los ochenta, viéndole acudir a la ventanilla de recepción de la redacción de “Egin” en Mazarredo a entregar sus cuartillas. Una rara avis que volaba aparte de las demás al profesar un comunismo revolucionario mientras se veía rodeado de gentes de izquierdas, sí, pero mucho menos entusiastas de la férrea doctrina de la hoz y el martillo.

Sin embargo, y gracias a su fino e inteligente humor, se convertía en un agradable conversador para hablar de cualquier tema, incluso de fútbol, y en especial del Athletic de Bilbao. Vizcaino exiliado y rodeado de realistas, Jon Iñaki era de quienes no perdían el tiempo en disquisiciones provincialistas, se limitaba a cabalgar sobre ellas sacándole punta a todo.

Odri se convirtió, un poco por elección y otro poco por necesidad, en un francotirador político, siempre asomado al abismo, pero ejerciendo un pragmatismo encomiable para no romper del todo con la izquierda realmente existente en Euskal Herria, que no era precisamente la suya. Sabía donde estaba, con quién se movía y cuáles eran los límites, pero manteniéndose siempre fiel a sus principios, que nunca escondió ni maquilló.

Fue Odriozola un periodista crítico, embarcado en proyectos alternativos como “Área Crítica” o “El Otro País”, pero siempre vinculado como columnista y colaborador con la prensa vasca, desde el diario “Egin” a “Punto y Hora” y GARA. En estos medios dejó constancia de su lucidez, siempre a contracorriente, usando un rico y culto lenguaje, pero sin separarse de lo popular. Ya me habría gustado a mí haber firmado muchas de sus columnas como su recordada serie de artículos bajo el señuelo “Tipicoleando”, haciendo suyo el estilo de humor absurdo de Tip y Coll.

Recuerdo ahora con nostalgia sus intempestivas llamadas de teléfono para repasar la actualidad política pero, sobre todo, el juego del Athletic, ya que el fútbol le apasionaba. Y del que sabía un montón. Siempre pensé que hubiera sido un cronista insuperable de los partidos de San Mamés, pero él no estaba para esas extravagancias y prefería escribir de cosas serias, como la revolución.

Desde nuestras diferencias ideológicas, logramos cultivar la complicidad y la cercanía. A veces en persona, las más vía telefónica y en los últimos años por correo electrónico, hasta que las fuerzas le fallaron. En los últimos tiempos, cuando supe por él mismo que enviaba a GARA sus «pedradas» en forma de carta, acudía todas las mañanas a la página de opinión del diario para comprobar si había alguna firmada por el periodista de Barakaldo afincado en Bergara. Era una alegría poder leerle, aunque fueran textos cortos, y saber que su cabeza seguía en forma, lúcido y brillante como siempre.

Pese a mi insistencia por visitarle y verle, Jon siempre me daba largas. No quería hablar de su resquebrajada salud. En uno de sus últimos mensajes, hace unos meses, a la pregunta recurrente de «¿qué tal estás?», me dio una respuesta escueta y demoledora: «Mal». Intuí que no había vuelta atrás.

A partir de ahora tendré que acostumbrarme a no recibir la esperada llamada telefónica de Jon que auguraba una larga e intensa conversación. O sus correos electrónicos destripando la actualidad.

Revivo ahora con emoción aquella jornada que pasamos en Bergara hablando de lo divino y lo humano, riéndonos de nosotros mismos y poniendo de vuelta y media a medio país. En aquella ocasión nos sacamos unas fotos y nos dimos un largo abrazo, sin sospechar que sería el último. Con aquel abrazo me quedaré para siempre, jodido Jon, comunista y rebelde hasta el último aliento. Lurra arina izan dakizula, kamarada!