EDITORIALA

Truss carga el peso de la crisis a los trabajadores

La libra esterlina marcó ayer un mínimo histórico con respecto al dólar después de que el viernes el nuevo ministro británico de Economía, Kwasi Kwarteng, presentara el llamado minipresupuesto que prevé realizar uno de los mayores recortes fiscales en 50 años. Propone reducir el IRPF, especialmente a los más ricos, y subir el impuesto de sociedades. En conjunto el recorte de impuestos supondrá perder alrededor de 50.000 millones de euros de recaudación. El cuadro fiscal que puede dejar el experimento conservador puede ser demoledor. Algo que, por otro lado, tampoco es ninguna novedad. La esencia de la política conservadora se basa en desregular y bajar impuestos, al tiempo que minimizan o ignoran el impacto que pueda tener en el presupuesto. Ya se encargarán luego de exigir austeridad a los demás.

El impacto en la libra se vio multiplicado por la decisión de la Reserva Federal de subir los tipos de interés la semana pasada. Un incremento que fortalece al dólar, al ser la moneda de reserva mundial, y que penaliza al resto de monedas del G7, que no logran mantener la cotización con el dólar ni subiendo los tipos de interés. No solo la libra esterlina está en mínimos, también el euro y el yen -esta última, la única moneda que no ha subido los tipos-. Además de bajar la cotización de la libra, subió el rendimiento de los bonos británicos y también alemanes, una señal de que los especuladores consideran que, con los intereses más altos, pronto la inflación no será objeto de preocupación, sino la recesión, que ya se ve como un fenómeno que no va a ser ni breve ni pasajero.

De este modo, a la desigualdad de la reforma fiscal se sumará la inflación, una más que probable reducción de prestaciones sociales y la pérdida de empleo que traerá la recesión. Una política conservadora de manual diseñada para que el ajuste de la crisis lo pague la clase trabajadora. Y aunque la libra siga perdiendo valor, Gran Bretaña mantiene su soberanía monetaria y su dependencia de la financiación exterior es pequeña, por lo que ese ajuste quizás no tenga un coste político directo para el nuevo Ejecutivo de Liz Truss, pero sí contribuye a empobrecer a los trabajadores.