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CRÍTICA: «MODELO 77»

La película carcelaria total


Si analizamos “Modelo 77” (2022) como película de género carcelario, no puede ser más completa en resultado, porque abarca todos y cada uno de los registros posibles, ya sea en su vertiente dramática, en la de puro thriller, o en su perfil más de corte histórico y social, o en los momentos que van del realismo sucio deprimente a la épica más catárquica.

Es como si juntaras en una sola la mayoría de películas carcelarias que te gustan, por lo que hay que hablar de la mejor realización hasta la fecha del director Alberto Rodríguez y su guionista Rafael Cobos. El trabajo de ambos se conjunta de manera ejemplar, tanto en cuanto una recreación de hechos reales bien escrita encuentra su perfecta plasmación en la puesta en escena interpretativa, a partir del justo equilibrio entre las actuaciones principales y las corales. Dicho de otro modo, lo que ocurre en las celdas individualmente se complementa con lo que al mismo tiempo está pasando colectivamente en las galerías, en el patio y demás zonas comunes.

“Modelo 77 (2022) es una irreprochable obra clásica, que saca el máximo partido a la tradición narrativa en escrupuloso orden cronológico. Y es que sigue la lógica de los acontecimientos paso por paso, a medida que el proceso de lucha del colectivo de presos comunes va agotando las distintas etapas que culminan con la fuga final, a la que se dedica el tiempo preciso, sin buscar la espectacularidad grandilocuente. Todo está muy bien medido, lo mismo que la violencia de las escenas de palizas de funcionarias o torturas de guardiaciviles, que nunca resulta excesiva, y menos aún gratuita.

Con lo que te quedas como espectador es sobretodo con la relación central de amistad entre Manuel y Pino, personajes que nunca se separarán en el recuerdo de sus respectivos actores Miguel Herrán y Javier Gutiérrez. El segundo, el veterano, se muestra solidario y conduce desde su saber estar ese duelo entre la experiencia y el valor.