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Están a la puerta de casa, toca abrirla


Son ya menos de treinta las presas y presos navarros que permanecen encarceladas. A la vista de los casi once años largos que han pasado desde la Conferencia de Aiete, habrá quien diga... «¿aún treinta?»; y habrá quien no olvide tiempos no muy lejanos en que el número se acercaba a los dos centenares. Lo cierto es que treinta es una cifra que permite atisbar un horizonte más cercano al final de una realidad que dura demasiado.

De esas casi treinta navarras que aún permanecen encarceladas, dieciocho están ya en cárceles de Euskal Herria (nueve en Iruñea, cinco en Martutene y cuatro en Zaballa), a quienes habría que sumar las dos personas que están presas en sus casas. Fuera de Euskal Herria, quedarían siete presas: en Lannemezan, en Soria, en Dueñas-Palencia, León y en Topas-Salamanca.

Proyectar un escenario sin presos vascos debe ser un estímulo para acelerar la llegada de ese momento histórico que eliminaría de la ecuación política un importante factor de sufrimiento y permitiría dirigir todas las energías a la resolución de los temas aún pendientes: verdad, reconocimiento, reparación, memoria inclusiva... Además, aportaría sosiego al ecosistema político y social en Euskal Herria, permitiendo ahondar más en una convivencia tan necesaria.

Toca por tanto aplicarse en eliminar los obstáculos que todavía siguen dificultando su camino de vuelta a casa. Uno, el más fácil de resolver, sería el cerrar definitivamente el ciclo del alejamiento trayendo a Euskal Herria a las siete presas navarras que quedan fuera. Caben en un monovolúmen. El segundo, sometido a la farragosidad de la burocracia y el celo político, sería completar la transferencia a Navarra de la competencia íntegra de la política penitenciaria. Es ya una evidencia que una gestión Km-0 redunda en normalización, elimina la excepcionalidad e impulsa los itinerarios de reintegración. Por último, quedaría despejar definitivamente las barreras provenientes de la inercia política de tiempos ya superados tanto por la sociedad como por la propia realidad, llámese la aplicación restrictiva de la ley 7/2003, la negativa al reconocimiento de las condenas cumplidas en Francia, o las zancadillas que se siguen poniendo a las progresiones de grado, acceso a permisos, oportunidades de trabajo o estudio, etc.

Teniéndolos ya a la puerta de casa, girar la manilla y darle el último empujón para abrir la puerta de par en par es tarea de todas y todos: de los políticos, que afrontan un ciclo electoral que debiera abrir ya una fase de soluciones definitivas; de los agentes sociales, verdaderos pilares de todo el proceso, y de la ciudadanía en general. También es tarea tuya y mía. La jornada de movilización convocada en Donostia para el próximo sábado 8 de octubre quiere ser un potente punto de inflexión para empujar esa puerta que la tenemos ya entreabierta. ¡Apoya tu mano!