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AZKEN PUNTUA

A Donostia desde mi ventana


Una fractura absurda me ha dejado inmovilizada frente a una ventana en la que solo veo tejados, las flores que planté en primavera y un patio en el que el ritmo y la disparidad de la vida apenas se nota. Lo que veo no agita mi curiosidad, no es intrigante, ni emocionante y no se parece en nada a “La ventana indiscreta” de Hitchcock. La única semejanza sería la escayola de mi pierna y la lentitud con que transcurre el tiempo abriendo otras ventanas, las del pensamiento y el recuerdo. En la radio hablan de la manifestación que hoy recorrerá las calles de Donostia y, en el periódico, un portavoz de Sare va más allá y habla de los y las presas políticas, de las cárceles, de los años de aislamiento y dispersión y del camino de solidaridad y movilización que aún falta para llegar a la meta marcada, a la libertad. Y entonces, al leer la entrevista, recordé las ventanas de la cárcel. Pequeñas, enrejadas, sin horizonte, golpeándose cada mañana con un muro blanco sobre el que hay que imaginarse un cielo azul. Pero son los hombres y mujeres que han mirado y miran a través ellas los que de verdad importan, hoy y todos los días. Sus ojos abiertos corresponden al interior de una militancia dura que ha dejado tras de sí un importante relato político al que no se le debe de cerrar la ventana ni la puerta.