Josu MONTERO
Crítico literario

Ernaux

Así que empecé una novela en la que él era el protagonista. Sensación de asco a mitad de la narración»; ese él al que se refiere la narradora y autora de “El lugar” es su padre, recién fallecido. Y continúa: «Poco después me doy cuenta de que la novela es imposible. Para contar una vida sometida por la necesidad no tengo derecho a tomar, de entrada, partido por el arte, ni a intentar hacer algo ‘apasionante’, ‘conmovedor’. Nada de poesía del recuerdo».

Annie Ernaux (Lillebonne, 1940) escribió “El lugar” en 1984; su padre había muerto cuando ella tenía 26 años, había hecho una carrera universitaria -la primera de su familia-, empezaba a trabajar como profesora y se había casado con un hombre de una más elevada clase social. Ernaux confiesa que la inesperada muerte del padre hizo despertar su conciencia de clase, que hasta entonces había logrado reprimir. Pero no solo eso, como acabamos de leer, renuncia a tomar partido por el arte; o sea, por la literatura.

Comienza así esa ambiciosa y honesta y desnuda y cruda novela en marcha compuesta por libros siempre breves en los que nos cuenta su vida, pero en los que no hay egocentrismo ni exhibicionismo y menos aún autocomplacencia: auto-socio-biográficos, los llama ella remarcando su naturaleza política.

Además de una radical conciencia feminista, en la obra de la premio Nobel de Literatura Annie Ernaux está muy presente el desgarro de haber cambiado la clase dominada por la dominante, y ese empeño tanto existencial como literario por regresar a su lugar social de origen. La memoria no para idealizar sino para entender y obrar en consecuencia.