Mikel INSAUSTI
DONOSTIA
CRÍTICA: «BLACK ADAM»

El Guardián de Occidente llega a Oriente Medio

Desde que el cineasta catalán Jaume Collet-Serra está en Hollywood, este es el proyecto más grande que ha tenido la oportunidad de dirigir, en una operación de riesgo solventada con total éxito, porque de lo contrario su carrera en la meca del cine se hubiera resentido de gravedad. Además, aparece como la cabeza visible de un cambio de orientación en la estrategia comercial de DC-Warner, que con “Black Adam” (2022) incorpora mucha más acción y un humor que se decanta abiertamente por el sarcasmo en los diálogos y diseño conceptual de los personajes. El equipo de guionistas se ha encargado de jugar con la ambiguedad moral entre el bien y el mal, poniendo en duda lo que es un superhéroe y lo que es un villano, con antihéroes y antivillanos entremezclados en escena.

El viaje temporal de cinco mil años que protagoniza Teth Adams desde la era de la esclavitud hasta el futuro tecnológico obliga a un cruce genérico entre el “peplum” de masas y la “ciencia-ficción” con naves espaciales, que Collet-Serra resuelve con la misma magia con que maneja los homenajes cinéfilos al Clint Eastwood de Sergio Leone en “El bueno, el feo y el malo” (1966), a las persecuciones aéreas de cazas entre sinuosos obstáculos de “Star Wars”, o a los ejércitos de esqueletos de ultratumba de Ray Harryhausen.

Pero lo más deslumbrante de la película es la representación de Kahndaq, tanto en lo que se refiere a la producción artística como en su ubicación geopolítica abierta a muchas lecturas. Más allá de la conexión del imaginario Kahndaq con el Antiguo Egipto, en su fisonomía actual recrea el conflicto de Oriente Medio. Donde JSA (La Sociedad de la Justicia de América) aparece como el Guradián de Occidente intervencionista, mientras Teth Adam y sus colegas son la resistencia nativa.