Dabid LAZKANOITURBURU

El mariscal Al Sissi y el calentamiento, o enfriamiento, del clima

En estos días, poco se habla, pero por lo menos se habla, de la inminente celebración del Mundial de Fútbol en Qatar, una monarquía petrolera que tiene el dudoso honor de ser de las menos teocráticas de las satrapías del Golfo y que utiliza, como aquellas, a los migrantes como mano de obra prácticamente esclava.

Sin embargo, poco se ha criticado que el Egipto del mariscal golpista Abdel Fattah al-Sissi albergue desde el domingo la cumbre (COP27) del clima.

Amnesty International ha denunciado cientos y cientos de detenciones de activistas y hasta de periodistas para impedir la celebración de protestas pacíficas contra el régimen. Y el bloguero y activista egipcio-británico Alaa Abd el-Fattah, en prisión desde hace nueve años y tras siete meses en huelga de hambre, inició el domingo, coincidiendo con el arranque de la conferencia, una huelga de sed.

No seré yo quien ponga en duda la voluntad del centenar de jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo por intentar encauzar el principal reto que afronta hoy la Humanidad en la exclusiva y deslumbrante ciudad balneario de Sharm el Sheij, a orillas del Mar Rojo.

Pero celebrarla en Egipto tiene su aquél de lavado de imagen general de un país, Egipto, en el que Al Sissi ha acabado haciendo bueno al rais y déspota Hosni Mubarak. Y no me refiero a Rusia, China e incluso a la India de Modi, que si no han acudido no ha sido para no legitimar al régimen egipcio, al que cotejan y al que se parecen cada vez más, sino a los países occidentales, tan dados a aplicar dobles, y hasta triples, raseros.

A no ser que, a cuenta del calentamiento climático, unos y otros hayan acabado por admirar a uno de los máximos responsables de que la llamada primavera árabe se convirtiera en un invierno gélido, con miles de manifestantes muertos, decenas de miles de detenidos y millones y millones de silenciados tras el golpe militar de 2013. Menudo clima.