Koldo CAMPOS
Escritor
AZKEN PUNTUA

¡A mí la guardia!

A mí la guardia!», gritaban los bellacos cuando, terminando la película, los buenos tomaban el palacio y rescataban a la princesa. «¡A mí la guardia!», era el último recurso antes de que los malandrines se rindieran al justiciero enmascarado y Errol Flynn se casara con la chica. Ahí entraba la banda sonora cerrando la película con el beso de los dos.

«¡A mí la guardia!», lo vuelvo a oír en estos días, pero no en el cine sino en Brasil, que es también como una película sin besos y que algunos pretenden sea de terror, pero se equivocan los derrotados en las urnas que se manifiestan frente a los cuarteles pidiendo que los militares, no sería la primera vez, les devuelvan el gobierno que no les han dado los votos.

En primer lugar porque los golpes de Estado no se engendran en los cuarteles sino en la Embajada y, en consecuencia, donde los bolsoñecos debieran concentrarse es frente a la Embajada de EEUU en Brasil. En segundo lugar se equivocan porque EEUU no necesita pretextos para invadir otro país, ni precisa que nadie se manifieste frente a su Embajada para ordenar un golpe de Estado. Y, en tercer lugar, se equivocan porque EEUU, desde su fundación, dispone de su propio surtido de coartadas. Rescatar a sus turistas suele ser la más habitual.

(Preso politikoak aske)