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LA EMPERATRIZ REBELDE

Una anacronía liberadora sin corsé


A distancia sideral de los encorsetados biopics románticos que protagonizó Romy Schneider a mediados de los 50 y muy apegada a la línea que primero marcó Sofia Coppola con “María Antonieta” y que se consolidó posteriormente con la entusiasta y rupturista “Miss Marx”, de Susanna Nicchiarelli, nos llega esta no menos saludable propuesta de Marie Kreutzer, en la que nos colamos furtivamente en los pasillos, salones y alcobas fastuosas que albergaron una vez a Elizabeth de Austria. Tras “El suelo bajo mis pies”, la excelente directora austríaca se ampara en la libertad que otorga el anacronismo para otorgar esa libertad que, al parecer, tanto anhelaba una emperatriz que comenzaba a ser devorada por su propia figura y su status de primera dama de Austria.

Una propuesta liberadora Con total alevosía, observamos a la protagonista cómo se masturba en su bañera, cómo se adentra en un estanque de su palacio y cómo disfruta bailando a solas y al compás de la cantautora Camille.

A todo ello se suma una mecánica discordante que amenaza con ahogarla. Comienza a renegar de los protocolos y a cuestionarse todo aquello que le rodea.

Ha cumplido 40 años y de ella solo se espera que permanezca hermosa y silente a la sombra del emperador Francisco José I y sus mostachos postizos.

La tortura de una dieta muy rigurosa, sesiones constantes de esgrima y otros ejercicios, va acorde a la medición diaria de su ilustre y muy encorsetada cintura.

Recreada mediante una apariencia visual lindante a una pinacoteca, la película cuenta con una sobresaliente interpretación a cargo de la actriz Vicky Krieps y aboga por ser un retrato sicológico inteligente, vital, furioso y liberador.