EDITORIALA

Una extrema derecha cada vez más envalentonada

La Policía alemana detuvo ayer a 25 personas acusadas de pertenecer a una organización «terrorista» y procesará a otras tantas. Entre los detenidos hay exmilitares y militares en activo, una exdiputada de partido de extrema derecha AfD, y un aristócrata que se presentaba como el príncipe Heinrich XIII; todos ellos serían los cabecillas de la organización. Según la versión oficial, este grupo estaría planeando un derrocamiento violento del orden constitucional y la mayoría de sus miembros tendrían vínculos con Reichsbürger (Ciudadanos del Reich), un movimiento extremista que niega legitimidad al actual Estado alemán.

No es la primera vez que la Policía alemana desarticula a grupos de este tipo. Hace apenas dos años, por ejemplo, el Gobierno desmanteló por completo la unidad de operaciones encubiertas del Ejército, conocida como KSK, por su estrechos lazos con la extrema derecha. De acuerdo con la versión oficial, esta vez los detenidos también se habrían distinguido por hacer proselitismo de sus planes en el ámbito castrense, lo que apunta al creciente interés de estos grupúsculos por integrar en sus conspiraciones a militares profesionales en activo. Una orientación que multiplica la peligrosidad de las maquinaciones de la derecha más radical, cuya influencia, por otra parte, no retrocede, a pesar de que en Alemania ha funcionado el llamado cordón sanitario, cuyo principal objetivo era que la actuación de los representantes institucionales de la extrema derecha resultara irrelevante. Conviene, asimismo, subrayar que los detenidos no son personas sin relevancia social o política, sino que forman parte de la élite de la sociedad alemana y cuentan, por lo tanto, con recursos y una amplia red de conexiones en todos los estamentos de la sociedad, lo que multiplica la gravedad de la conspiración.

En un contexto de empeoramiento de las condiciones de vida y de crecientes incertidumbres, la extrema derecha sigue fortaleciéndose. Lo más preocupante es que esas facciones envalentonadas se muestran cada vez más dispuestas a la acción violenta con el fin de establecer gobiernos autoritarios. Ante ello, más y mejor democracia; no cabe otra receta.