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CRÍTICA «LA NOVELISTA Y SU PELÍCULA»

Bebiendo Makgeolli y hablando de la vida


Como Hong Sang-soo es el maestro de la repetición, las cosas que se han dicho sobre otras de sus películas, que en el fondo siempre son la misma, valen para esta. Porque el surcoreano hace un cine de la vida, o vive haciendo películas, que es una forma como otra cualquiera de entender su oficio. Su existencia transcurre charlando sentado a una mesa, mientras come y bebe el vino de arroz coreano o Makgeolli, que debe de ser muy inspirador a juzgar por los resultados, en un venturoso ritual que lleva a cabo pegado a una cámara. Su sempiterno minimalismo llega a tal punto en “La novelista y su película” (2022) que ya no necesita ni de un equipo técnico detrás, porque él se ocupa personalmente de todo. Visualmente utiliza la simpleza de los planos fijos y el zoom, con una saturada fotografía en blanco y negro de fuertes y ricos contrastes, cediendo así el protagonismo estético y conceptual a los diálogos, dado el trasfondo literario de su nueva realización, premiada en la Berlinale con el Gran Premio del Jurado.

Nos presenta a la escritora Junhee (Lee Hye-yeong) que visita a su amiga Sewon (Seo Young-hwa), que conoció en sus comienzos literarios, pero mientras la una se dedicó a escribir la otra prefirió abrir una librería. El reencuentro le permite confesar que atraviesa por una crisis creativa. Otra charla es la que mantiene con el director Hyojin (Kwon Hae-hyo), que nunca acabó de adaptar una de sus novelas por motivos comerciales. Por fin se une a la actriz Kilsoo (Kim Min-hee), que está a punto de dejar la profesión. Junhee propone a Kilsoo rodar un corto, en el que la improvisación le ayudará a romper su bloqueo, de tal modo que la metanarrativa plantea el juego de una película dentro de otra. El círculo se cierra con la vuelta a la librería, en una velada a la que se suma un ex, el poeta Mansoo (Gi Ju-bong).