EDITORIALA

Intereses evidentes, falta de rigor y sinofobia

Como ha ocurrido en el resto de países en los que se aplicó la política cero-covid, el levantamiento de las restricciones en China se ha traducido en una rápida propagación de la enfermedad, hasta el punto de que la transmisión parece haber superado las previsiones de las autoridades, al menos en lo relativo a la recopilación de información sobre su expansión y las muertes que está causando. La OMS ha demandado a Pekín que actualice y comparta los datos reales sobre la escalada de casos y muertes.

Esto no justifica en ningún caso la utilización política que los gobiernos occidentales están haciendo del final de la política cero-covid china. Mientras hace algo más de un mes los medios occidentales aplaudían a las personas que protestaban contra las restricciones en China, ahora que el Gobierno de Pekín ha decidido levantar las limitaciones, alimentan la preocupación por la expansión de la enfermedad en el gigante asiático y, por extensión, en el resto del mundo. Algunos países ya exigen test negativos a los viajeros procedentes de China y la Unión Europea recomendó ayer a sus socios implementar esa medida. Todo ello, a pesar de la escasa efectividad que los expertos atribuyen a esas medidas, especialmente cuando no son globales y coordinadas. Esos mismos expertos señalan que la mejor actuación para prevenir la expansión del virus es la correcta vacunación. Sobre este apartado, se ha repetido insistentemente que el porcentaje de personas vacunas en China era bajo, algo que desmienten los datos recogidos por una entidad tan poco sospechosa de connivencia con las autoridades de Pekín como Johns Hopkins University.

El uso político que se está haciendo de la pandemia para desgastar a China indica que no hay un interés sincero por la salud de la ciudadanía china, ni siquiera por sus libertades. Estas exigencias a los viajeros chinos no tienen base científica, sino que responden a intereses económicos y geopolíticos. En gran medida, se trata de una reacción sinófoba, que además de pueril, en nada contribuye a fomentar la cooperación entre países, imprescindible para hacer frente a esta pandemia y a los grandes retos sociosanitarios globales.