Mikel INSAUSTI
DONOSTIA
CRÍTICA: «LIVING»

Bill Nighy se balancea en el columpio de Kurosawa

No admite discusión el que la obra original del maestro Kurosawa sea algo insuperable, pero seamos sinceros y reconozcamos que no todo el mundo ha visto “Ikiru” (1952) más de una vez como para conocerla a fondo, no digamos ya las nuevas generaciones o la cinefilia tardía que ni siquiera han tenido oportunidad de acceder a esta joya del cine japonés. Además, incluso a los expertos y expertas en la materia, “Living” (2022) les vendrá muy bien para descubrir que hay otras formas de mirar un clásico, también a través de una recreación o traslación a otra cultura como la británica. Porque el traductor autorizado es nada menos que Kazuo Ishiguro, cuyo origen nipón le ha llevado a entender y admirar “Ikiru” (1952) como pocos, hasta el punto de que en sus textos en inglés se observa tal influencia, palpable en la adaptación cinematográfica que James Ivory hizo de una de las novelas del premio Nobel en “Lo que queda del día” (1993). Basta con cambiar a Anthony Hopkins por Bill Nighy y darse cuenta de que sus respectivos personajes han salido del mismo molde.

Esta sensible conexión entre lo oriental y lo occidental bastaría para justificar la existencia de “Living” (2022). Y aunque estemos hablando de una idéntica lección vital expresada en dos idiomas distintos, lo que de verdad concede su autonomía a la versión anglosajona es el contexto ambiental, ya que el temporal se repite. El funcionario gris del departamento de obras públicas encarnado por Bill Nighy pertenece a la City y forma parte de su paisaje cotidiano, tal como remarca el vestuario de la oscarizada Sandy Powell. Con lo que el vacío existencial representado toma otra coloración, susceptible de ser contestada desde dentro en forma de epifanía.