En la historia de la música popular, no han sido una ni mil las canciones dedicadas a los ex amantes, maltratadores, novias que nunca fueron, etc. Desde los Rolling Stones pasando por Rocío Jurado, o los Beatles en “Run for your life” («Corre por tu vida, pequeña niña, si te atrapo con otro hombre será el fin» y «Prefiero verte muerta que con otro hombre»), la temática del despecho, el amor romántico o la tan presente misoginia violenta son habituales. Así las cosas, que Shakira haya encontrado un filón en los tiempos de las redes y haya hecho una inmejorable prospección de mercado para lanzar sus guiones-canciones de autoficción no sé a quién puede sorprenderle. Ni la letra, ni los millones de visionados que ha recibido la canción que le dedica a su salpicada ex pareja son una novedad, ni siquiera son malsonantes o demasiado degradantes al margen de supuestas cosificaciones (aludiendo a un Twingo o a un Casio). Reconozcamos que las alusiones son muy blancas para ser un beef o tiraera (enfrentamiento dialéctico entre artistas y famosos). El problema para muchos y muchas es que lo hace una mujer hacia un hombre (futbolista) que la ha abandonado por una mujer (más) joven y, ya lo dijo Neruda, me (más) gustas cuando callas (el «callada estás más guapa» de toda la vida). En nuestros días, Taylor Swift, Tangana o Rosalía lo hacen sin cesar (lo de la tiraera en sus canciones) y es, precisamente, el juego morboso de la autoficción el que engancha, vende y triunfa. Si está permitido para unos, debería estar permitido para todas. Eso sí, qué pereza.