Carlos GIL ZAMORA
Analista cultural

Exprés

Va todo demasiado rápido. El ritmo de producción de instituciones, teatros, núcleos, compañías o grupos está sometido a un despiadado sistema de autodestrucción exprés. Las obras, los espectáculos forman parte de un sistema productivo basado en una rutina disfuncional con la realidad sociocultural. Se vive de producir espectáculos, no de exhibirlos. Producir, por necesidad externa, cada año una obra no se compadece con lo recomendable.

Los datos son recalcitrantes. Sea el método reglamentista de protección que sea, las obras hacen actualmente un número de funciones mucho más reducido que hace diez o quince años. Por lo tanto, su incidencia es insignificante. Hoy todo es muy demasiado rápido y no hay descanso, los equipos de diseño de producción están siempre ocupados. Los de interpretación esperan que suene el teléfono. Los de dramaturgia no existen. Todo es exprés y cuesta acuñar tendencias o modos reconocibles. Las propuestas parecen en casi todos los casos casuales, oportunistas, aleatorias. No parecen responder a una idea general, a un discurso, a una trayectoria, sino a lo que las circunstancias nos deparan. Hace muchas décadas en Lyon, con su teatro nacional en crisis, decidieron hacer una consulta a los espectadores, a la ciudadanía sobre qué obra les gustaría ver en escena. Salió “Los tres mosqueteros” y Roger Planchon la montó y permaneció muchos años en cartel y se vió en medio mundo. Es uno de lo espectáculos más maravillosos que yo he presenciado en mi vida. Eran tiempos donde cada minuto valía, siempre, sesenta segundos.