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Frente a la guerra de los Leopard, la paz de los pueblos


A un año del inicio de la invasión rusa de Ucrania y a casi nueve del comienzo de la guerra del Donbass, el conflicto bélico que ha sumido a esa parte de Europa en una inmensa morgue, lejos de perder intensidad, se agranda tras las decisiones tomadas en la última reunión de la OTAN, en la que Estados Unidos ha vuelto a imponer a sus socios europeos su posición belicista, que apenas tiene contestación entre los países miembros de la UE.

La macabra negociación por el número de tanques Leopard que se pondrán al servicio del Ejército ucraniano solo es un episodio más de la escalada armamentística que está conduciendo a Europa a un escenario de abierto enfrentamiento con Rusia. Lejos de defender su soberanía y las ansias de paz que en reiteradas veces han manifestado sus ciudadanos en anteriores guerras, los gobiernos de la Unión Europea se han plegado a la nueva estrategia militar de Washington, que solo responde a deseos imperialistas y beneficios económicos, ya procedan del negocio armamentístico o de la reventa de materias primas energéticas.

Todo vale con tal de hacer caja, ya sea costa del bolsillo de los trabajadores y trabajadoras europeos o, sobre todo, de los habitantes de Ucrania y Rusia, que son arrastrados a la muerte por la despótica política de sendos gobiernos. Porque no nos engañemos, esos tanques Leopard, esos misiles Patriot y esos fusiles «donados» por la OTAN y sus aliados no los manejarán en las trincheras ni Biden, ni Stoltenberg, ni Macron, ni Borrell, ni Scholz, ni el polaco Duda ni el español Pedro Sánchez. Morirán con ellos en las manos los ucranianos y los rusos llevados a la fuerza al frente para mantener viva esta maldita guerra en la que, como en todas las guerras, siempre pierden los pueblos.

La ridícula simplificación de buenos y malos, de héroes y villanos personificados en Zelenski y Putin, responde únicamente al intento por parte de los países de la OTAN o de Rusia de vender a sus respectivas poblaciones un conflicto casi sagrado para el que parece imposible una vuelta atrás. Y aquí es donde los pueblos del mundo nos tenemos que unir para decir alto y claro que en Ucrania, pero también en Yemen, Palestina, Myanmar, Siria o Afganistán, la paz es no solo posible sino la única salida. Y la paz en Ucrania debe comenzar por un alto el fuego inmediato, sin condiciones, que dé paso a un proceso de diálogo, de negociación y de desarme en la zona.

Y todo esto lo conseguiremos uniéndonos los trabajadores, las fuerzas amantes de la paz, los sindicatos de clase o los partidos políticos progresistas. Uniéndonos y obligando a nuestros gobiernos a que dejen ser parte del problema y se conviertan en la solución, abriendo espacios para ese diálogo, haciendo cumplir los tratados de limitación armamentística y desmantelando las bases militares fronterizas.

De lo contrario, no solo veremos incrementar el precio del gas, del petróleo o de los alimentos básicos; no solo veremos reducir servicios públicos como la Sanidad o la Educación, cuyos presupuestos se reducen en España porque hay que aumentar el de Defensa (el gasto militar real español será en 2023 de 75,7 millones de euros diarios, según el Centro Delàs de Estudios por la Paz); no solo echaremos por tierra los pequeños avances que contra el cambio climático se han conseguido en los últimos años... Si los pueblos del mundo no logramos frenar las políticas belicistas de la OTAN y Rusia, lo que estará en juego será la propia existencia de la especie humana.

Y tiempo no nos sobra porque, mientras decenas de hombres y mujeres mueren a diario en la guerra ruso-ucraniana, en la agenda estadounidense ya están previstos nuevos escenarios de destrucción con el traslado a Europa de un centenar de la versión avanzada de su bomba nuclear, la B61-12, muchas de ellas apuntando directamente a Rusia desde países como Polonia o Finlandia. Esta decisión, tomada antes del inicio de la invasión de 2022, no obedece al aumento de la tensión en Europa, ni a la actual guerra, ni tiene como propósito salvaguardar la paz, sino que responde a la lógica del Gobierno estadounidense de reforzar su poder militar y hegemonía sobre Europa y de tensar la frontera con Rusia, con la expansión de la OTAN hacia su territorio con el ingreso de Suecia y Finlandia en la organización atlántica.

Si los mandatarios españoles y europeos se sienten a gusto en este escenario bélico impuesto, si siguen apostando por la muerte de personas con el envío de tanques y misiles, si ponen en jaque el presente y el futuro del desarrollo humano, nos toca a los hombres y mujeres de bien tomar la palabra y las calles para gritar «alto el fuego», «diálogo», «desarme». Paz.