Retiro
Segunda jornada de huelga general en el Estado francés contra el proyecto de reforma de las pensiones promovido por el mismo presidente que hace cuatro años, desafiante, pedía que le miraran a los ojos antes de asegurar aquello de créanme cuando les digo que no elevaré la edad de jubilación. Creer, ya no se cree en nada o, mejor dicho, ahora se llega a creer en cualquier cosa aunque no sea creíble. Se cree en Feijoó, hijo putativo de aquel nacionalcatolicismo que exterminó a miles de impíos tras el alzamiento de 1936 y que afirma no conocer a ningún cristiano que haya matado en nombre de su dios. Se cree también en Urkullu y en Rousset, que se dieron la mano el otro día para prometer esa conexión ferroviaria entre Baiona y Donostia que ya se anunció hace 25 años, insistiendo al mismo tiempo en una red rápida cuya construcción está siendo tan lenta como cara, un dispendio económico y medioambiental que no recuperaremos ni trabajando hasta los 78 años. Mientras tanto, por segunda vez en dos semanas, un país entero quedará paralizado por descreído. Millones de huelguistas le mirarán a los ojos a Macron para decirle que se meta su reforma por donde le quepa y para asegurarle que ellos, que creen firmemente en los derechos laborales, no se retiran.