Mikel INSAUSTI
CRÍTICA : «TENGO SUEÑOS ELÉCTRICOS»

La adolescencia que no va ligada a una edad concreta

La costarricense Valentina Maurel, formada en Bélgica, es otra de las debutantes del año. Con su ópera-prima “Tengo sueños eléctricos”(2022) se llevó en el Festival de Locarno el premio a la Mejor Dirección, además del de Mejor Actriz para Daniela Marín Navarro y el de Mejor Actor para Reinaldo Amien. De nuestro Zinemaldia tampoco se fue de vacío, haciéndose con el premio Horizontes. Su paso al largo lo ha concebido como una continuación de su cortometraje premiado en Cannes “Lucía en el limbo” (2019), en torno al despertar sexual. Solo que esta vez quería ir más lejos, para salirse del género tan en boga sobre el crecimiento y madurez en el periodo adolescente, lo que se conoce como “coming-of-age”.

Maurel tiene el convencimiento, con razón, de que no por cumplir los 18 se entra en la mayoría de edad legal y automáticamente se deja la adolescencia atrás. Hay gente que nunca llega a madurar y sigue comportándose durante toda su vida como de joven, bien por impulsividad o por dejar el autoconocimiento de lado. El problema de la protagonista es que se siente perdida a sus 16 años, en gran medida porque no encuentra referentes adultos en los que mirarse, ya que la gente mayor que le rodea peca también de inmadurez, lo que dificulta las relaciones intergeneracionales, no digamos ya en la paternofilial que vertebra la película.

Una reforma en la casa materna hace de metáfora del cambio y Eva siente la necesidad de huir de un lugar que no vive como su hogar desde el divorcio de sus progenitores. Prefiere irse con su padre y buscar una vivienda, porque en Palomo ve a un ser libre. Pero el que ese hombre sea poeta no significa que su sensibilidad le inmunice contra la violencia doméstica, algo que se pone de manifiesto en sus ataques de histeria, a los que en sus poemas califica como los sueños eléctricos del título.