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«LOS FABELMAN»

Una vida que empieza con dos trenes chocando


La película se podría haber llamado “El nacimiento de un cineasta”, porque creo que esa locura contagiosa que es el cine se despertó en nosotros la primera vez que nuestros padres nos llevaron a una proyección, y Steven Spielberg lo cuenta mejor que nadie a partir de su propia experiencia iniciática.

Su epifanía le llegó a los ocho años, cuando pudo descubrir la magia de la sala oscura viendo en la gran pantalla “El mayor espectáculo del mundo” (1952), y fue a quedar impactado por la secuencia del choque de trenes, y tanto se preguntaba sobre cómo la filmó Cecil B. De Mille que le tuvieron que regalar un tren eléctrico de juguete, hasta recrear el accidente a su manera con la cámara doméstica de su padre. Lo que sigue es el desarrollo de esa vocación contado tanto a través de las presiones externas obstacularizadoras como de los apoyos motivadores. Y, como ya es sabido, fruto de esa tensión surgió todo un genio del Hollywood moderno.

El llamado Rey Midas del negocio ha tenido que esperar hasta los 76 años de edad para convertirse en autor con todas las de la ley, por el camino de la confesión autobiográfica. En las dos últimas décadas ya venía acariciando la idea, animado por su guionista y estrecho colaborador Tony Kushner. Supongo que la reciente muerte de sus longevos padres habrá sido también decisiva a la hora de dar el paso definitivo. Y es que “Los Fabelman” (2022) es una película familiar, como no podía ser de otro modo en su faceta de cineasta que aprendió haciendo películas caseras, mediante el talento artístico heredado de su madre y el técnico de su padre. Todo es fascinante en esta gran película de madurez, pero deslumbra especialmente su capacidad para el retrato, para dibujar los rostros del pasado a partir de apuntes del recuerdo, materializados en un casting emocionante como pocos, y que culmina con la aparición de David Lynch como el maestro de maestros John Ford.