Mariona BORRULL
BERLÍN
Interview
Amat Vallmajor
Director de “Misión a Marte”

«Queríamos hacer una película de colgados, pero accesible»

La ópera prima de Amat Vallmajor celebró ayer su première internacional en la prestigiosa Semana de la Crítica de Berlín, después de ser galardonada en Xixón y Novos Cinemas. Es una “road-movie” futurista, familiar, lisérgica y plagada de surrealismo y ciencia ficción que presenta una Euskal Herria post-apocalíptica, con sonido a Hertzainak.

(MUXIKA ZINEMA)

‘‘Misión a Marte’’ no parece una película de escuela, y menos rodada en 2021. Inspirada en obras como ‘‘Dead Man’’ (Jim Jarmusch, 1995) o ‘‘Nebraska’’ (Alexander Payne, 2013), es una road-movie futurista que presenta una Euskal Herria post-apocalíptica, muy punk, pero donde queda aún espacio para el cariño y el juego. La película fue filmada en 16 mm y revelada de forma muy poco usual, en la Elías Querejeta Zine Eskola. La protagonizan Txomin del Pozo, Gerardo “Gene” del Pozo y Mila del Pozo: los dos tíos y la madre del director. Hablamos con él sobre las resistencias del cine artesanal, sobre la generación de hombres “de antes” y sobre el fascinante legado musical de su tío, cofundador de Hertzainak.

La película nace de los viajes por carretera que de niño hacía entre el Ampurdán y Eibar. ¿Realmente los paisajes entre Cataluña y Euskal Herria se parecen tanto a Marte?

El trayecto es bastante marciano. Además, entre el País Vasco y Cataluña se encuentra Marte... Hace unos años, íbamos mi tío y yo cuando vimos un cartel en la carretera que ponía “Marte, 5 km”. Resulta que el pueblo se llamaba Martes [en Huesca], pero unos críos con sentido del humor le habían borrado la ese. Y de repente ahí estaba, “Marte”: esa era la película que queríamos hacer.

¿Aquello le pasó con Gene o con Txomin?

Con Gene, es el más echado para adelante. Con él, he hecho muchas veces este trayecto y, a base de las largas conversaciones, hemos ido cociendo el proyecto. Ir en coche es una maravillosa excusa para hablar despreocupadamente de las cosas.

Hay algo sucio, feo, como en construcción en la película. Cuando el celuloide en el cine comercial se ha vuelto un objeto de coleccionismo, algo preciosista, hay algo de resistencia al afearlo, ¿verdad?

Un poco sí. Al final, la película es como es porque hemos tenido que rodarla en analógico, de la manera más inusual que te puedas imaginar. En la Zine Eskola tenían una máquina enorme de revelado de los años 50, que pusieron en marcha prácticamente solo para nosotros. Pero, como usarla requiere de muchos litros de componentes químicos, nos pidieron que teníamos que traerles muchos rollos de cinta. Por eso decidimos hacer un largometraje. Eso no significa que esa máquina haya salido perfecta, ni mucho menos -de hecho, se perdieron varios metros de película-, ni que sea cómoda. El aparato ocupa una sala entera y manejarlo te hace sentir dentro de un sketch de los “Tiempos modernos” de Chaplin. Allí revelamos 40 rollos de 120 metros.

Hay algo de la masculinidad de sus tíos, mentalmente muy afilados pero un punto bárbaros, que incomoda, pero que es muy único…

Txomin y Gene son comunistas, gente que no cree en agradar a nadie. Tienen muy claro lo que quieren y desechan todo lo que no entra dentro de los parámetros de sus valores. Yo entiendo que en el mundo en el que vivimos no están cómodos, y no lo están porque sienten la hostilidad que se proyecta hacia ellos. Yo les tengo mucho cariño y admiración, porque, a pesar de las muchas cosas en las que diferimos, tienen esa combatividad que nuestra generación parece haber perdido.

Desde tus primeros cortos, ha trabajado siempre con el mismo equipo. Para empezar, con Mireia Schröder y Carles Gorres/Txorres/Porres (un seudónimo para cada proyecto).

Y con Jorge [Castrillo], a quien considero un buen amigo, y con Lucía Amado, que se encargó del sonido en directo, y que es la más guerrillera de todas. Y con Alba. Son mis colegas.

¿Ha cambiado su relación con el público?

Al público lo tenemos siempre presente. Porque igual que el cine es un arte que se hace en colectivo, también es algo que compartir. A mí las películas “elitistas” se me hacen cuesta arriba… En cambio, me gustaría pensar que “Misión a Marte” es una película para todos los públicos, hecha para todo el mundo. Tanto Carles como yo teníamos muy claro que no queríamos construir un relato demasiado críptico o intelectualista, a pesar de sus momentos de voladura. Queríamos hacer una película de colgados, pero accesible. Y si era accesible para mis tíos, para mí ya era más que suficiente.

¿A sus tíos les gustó?

Bueno, yo sé que les gustó, aunque al salir del cine no dejaran de quejarse por lo aburrida que es. Gene me dijo simplemente que «el sonido estaba muy bien». Después de tres años trabajando en una película, se te queda una cara... Y no me malinterpretes, el sonido corre a cargo del Xanti Salvador [“La trinchera infinita”, “Suro”...] y es excelente. En todo caso, esta contestación como mínimo te hace reír y le quita hierro al asunto. Yo ya sé cómo son mis tíos: aunque hayan sentido algo, se lo van a guardar y te van a dar a cambio un chiste.

¿Las canciones de Hertzainak siempre estuvieron allí?

De entrada, Gene tiene un lápiz de memoria al que llama “el curso de conducir”, donde tiene “Su Música” para oir en el coche. Son todos sus vinilos, que convirtió en cassettes, luego pasó a CD y que ahora ha volcado en un pendrive, del que va haciendo copias para regalarlas. Son casi 900 canciones, casi todas punk de los 80 (hay The Clash, Dead Kennedys…), entre las que se cuentan todas los temas de las maquetas de Hertzainak. Esos temas son, literalmente, ellos. Además, como es música algo sucia, nos encajaba perfecto con lo rasposo de la película.