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Batacazo deslumbrante


Paraguay, el único país mío, donde me volví bueno”. Rafael Barret llegó a Paraguay en 1904 enviado por el diario bonaerense El Tiempo; a Argentina había llegado un año antes huyendo de España. Hijo de diplomático inglés y de aristócrata española, nació en Torrelavega en 1876; en Madrid llevó una vida de joven dandy calavera, asiduo de salones, tertulias, lupanares y duelos; en una función de circo apaleó a un duque: de ahí a Buenos Aires, y luego a Asunción, donde volvió a nacer al confrontar la durísima realidad de los desheredados. Santiago Alba Rico, uno de sus divulgadores, ha escrito que allí recibió un “batacazo deslumbrante”. Abrazó el anarquismo y se transmutó en activista, agitador y sindicalista; pasó más tiempo en las cárceles que en su casa, con su mujer y su hijo. El artículo periodístico y el relato breve se convirtieron en bellas y afiladas herramientas de análisis, crítica y lucha. Sabedor de que tenía los días contados -contrajo una tuberculosis galopante- escribió unos 300 artículos y relatos al año; fueron pocos, ya que murió en 1910, a los 34 años. “Moralidades actuales” es el único libro que publicó en vida, en el destierro de Uruguay; también allí vio la luz tras su muerte “El dolor paraguayo”, luego llegaron otros. Roa Bastos, Galeano o Benedetti le reivindicaron. “Solo derrotaremos lo desconocido conociéndolo”, escribió, positivista como era; y también, optimista a pesar de todo: “La belleza y la luz, solo por serlo, tienen que llegar tarde o temprano; si algo de fatal hay en el universo, es la aurora”.