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JAIR BOLSONARO BUSCA SU ESPACIO

El propio régimen brasileño, freno a las aspiraciones de Bolsonaro

El expresidente brasileño Jair Bolsonaro viajó a Washington para participar de la gran cumbre mundial de la derecha radical y populista. Pero en su país, muchos de sus aliados se han desmarcado. La dinámica parlamentaria y federal de Brasil juega en su contra. Con una base electoral amplia, busca reencontrar su papel pero el bolsonarismo es una miríada de partidos que pugnan por sus propios intereses.

(Roberto SCHMIDT | AFP)

Bolsonaro dice «presente». A través de su cuenta de Twitter (tiene más de 11 millones de seguidores), ha dejado el silencio en el que se refugió tras perder los comicios ante Lula da Silva. Incluso su condena a los actos vandálicos y golpistas en Brasilia en enero fue tibia y discreta.

En las últimas semanas, el líder ultraconservador viene haciendo declaraciones en las que reivindica la herencia dejada tras cuatro años de gestión en materia de seguridad y economía y critica los aumentos de impuestos del nuevo Gobierno (que son a los sectores privilegiados y las ganancias extraordinarias de las petroleras, cabe aclarar).

«Partiendo ahora para Washington al lado del presidente Bolsonaro, sin duda el mayor líder conservador del planeta», afirmaba el viernes pasado el exministro de Turismo, Gilson Machado, en su cuenta de Twitter. Informaba así del viaje de Florida a la ciudad de Washington del expresidente, con motivo de su participación en la Conferencia de Acción Política Conservadora, la mayor cumbre mundial de la derecha radical. Allí se vio mano a mano con nada menos que Donald Trump, otro expresidente que también brega por no perder poder y mantenerse competitivo.

Desmarques

. Pero el cariño profesado en redes por su exministro quizás no sea congruente con lo que está sucediendo en el siempre volátil submundo político del gigante sudamericano. De hecho, no pasaron dos días de la derrota en la segunda vuelta electoral para que su compañero de fórmula y candidato a vicerpesidente, Walter Braga Netto, se desmarcase. Y así otros tantos referentes políticos del espacio conservador.

El carioca (sus inicios los forjó en Rio de Janeiro) solía decir en sus actos de campaña que su futuro solo podía depararle tres escenarios: la muerte, la cárcel u otro período como presidente. Por ahora ninguna de las tres han ocurrido y el ultraderechista está buscando su rol.

Un futuro incierto

. En Brasilia la dinámica política es muy particular y ese hecho tiene que ver con el régimen de ese país, muy diferente a otros americanos. Además de un federalismo fuerte (y una distribución bastante esparcida de la población en muchos estados, a diferencia de casos como los de México o Argentina), Brasil en los hechos funciona como un régimen semipresidencialista, con un Parlamento poderoso y con un funcionamiento bastante independiente del jefe del Ejecutivo. Además, el Poder Judicial ha sido dotado durante los años de Lula de unas leyes que reforzaron su autonomía exponencialmente.

También es cierto que tanto en el Congreso como en el Senado la formación con más escaños es el bolsonarista Partido Liberal, y que en la segunda vuelta electoral su líder obtuvo el 49% de los votos, un suelo de sufragio que tentaría a cualquier dirigente a seguir en carrera.

«Bolsonaro intentará retener la mayor cuota de poder que pueda, opinando sobre temas a través de redes, para seguir siendo atractivo para su electorado. Pero ahora se está dando este proceso, que no solo le ocurre a él, que es la búsqueda del lugar que tienen al dejar el poder perdiendo elección, sin retirarse e intentar reencontrar su lugar teniendo una base de respaldo popular bastante fuerte, por lo que sigue siendo un actor competitivo», afirma en conversación con GARA el especialista Fernando Sardou, graduado en Relaciones Internacionales e investigador del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica Argentina.

La visita de Bolsonaro a esa cumbre ultraconservadora en Washington le otorga «visibilidad y coherencia y le permite mostrarse en reinvención», según Sardou, aunque en su opinión la situación del expresidente brasileño es distinta, y más difícil, que la de Trump.

«El problema que tiene Bolsonaro es que primero no está en el mismo concierto internacional que había cuando él asumió la presidencia y su relación con Rusia le está pasando factura. Además, lo que queda del bolsonarismo es una miríada de partidos que pugnan por sus propios intereses y que da refugio a los líderes que están sueltos, algo característico de la política brasileña, que tiene como una constante la capacidad de negociación de sus dirigentes con el Ejecutivo central. Los estados brasileños necesitan recursos y desde el Parlamento se negocia el gabinete de ministros y los recursos de disponibilidad, principalmente infraestructuras», explica.

Politica líquida y volátil

. Esa negociación pragmática, que convierte a la política de Brasil en muy líquida y volátil, ya se vislumbró en los primeros días de Lula: ha ampliado las carteras hasta los 37 ministerios para que en ella encajen siete partidos distintos que van desde la centroderecha hasta la izquierda. «Los legisladores brasileños siempre empiezan a jugar con libertad con respecto a sus líderes y es probable que se rearticulen electoralmente. Pueden decir estar cerca de Bolsonaro pero eso no necesariamente se traduce en una posición de poder real de Bolsonaro. A diferencia de lo que sucede con Trump en Estados Unidos, que tiene una cuota importante del grupo republicano, en Brasil ese escenario no sucede», añade.

El «centrão»

. Sardou recalca otro cambio de tendencia que ha sufrido la quinta democracia más grande del mundo: las fuerzas que históricamente eran los moderadores del sistema (denominados en el argot brasileño el centrão, que significa ‘gran centro’) han virado a la derecha y por eso se dejaron arropar por Bolsonaro, aunque ahora negocian con el líder del PT y lo harían con el que estuviese.

«Actualmente nadie está estructurando lo que ha dejado Bolsonaro y por eso creo que depende su futuro mucho de cómo le vaya a Lula. La extrema derecha tendrá su peso y seguramente alguno de sus hijos sea candidato, pero no parece que estuvieran articulando un movimiento de reacción. La propia estructura del sistema brasileño no les deja espacio y cuando se acerquen las elecciones, ya verán», señala.

Preguntado por los retos que le esperan a Lula considerando la base electoral bolsonarista, responde que «el primero es la economía, entendido en sentido amplio, ya no están las condiciones para que sea el dirigente de izquierda que vilipendia a la derecha, pero sí deberá mejorar su distribución porque la desigualdad aumentó con Bolsonaro».

El segundo reto es poder organizar «una coalición sostenible en el tiempo y ver hasta cuándo le duran los acuerdos con los partidos del centro, algo con lo que Dilma flaqueó».

A largo plazo, Sardou avizora «un problema de sucesión, porque Lula dijo que solo será presidente por un mandato (tendrá 80 años al acabar el mandato) y no parece haber liderazgos dentro del PT. La apuesta de poner a Fernando Haddad como ministro de Hacienda parece ir en ese sentido», vaticina.