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SAINT OMER. EL PUEBLO CONTRA LAURENCE COLY

Medea señalada


Curtida en el documental -género en el que ha cosechado diferentes galardones-, Alice Diop ha debutado en la ficción con un demoledor drama basado en un trágico suceso real. Titulada “Saint Omer, el pueblo contra Laurence Coly”, la película aborda el juicio al que fue sometida una joven senegalesa acusada de haber ahogado a su hijo recién nacido. Tan complejo como contundente, el filme está hilvanado a partir de largos planos fijos dentro de una escenografía casi única, la sala en la que se desarrolla el juicio, con los que la directora capta con precisión todos los detalles en torno al proceso al que fue sometida la filicida.

Contundente y elegante

Entre pausas y silencios, asistimos a los renglones torcidos de la burocracia dentro de un contexto abrumador y que adopta la perspectiva de una testigo, Rama, una escritora que cubre el juicio para trasladarlo a su nuevo libro.

Frente a ella topamos con la acusada encarnada de manera excelente por Guslagie Malanda. Se trata de un personaje rodeado de enigma y cuya posición provoca cierto desconcierto premeditado debido a que, en ocasiones, nos haga dudar de su cordura o que en su discurso fantástico, se asome la sombra de la mentira. Entre la acusada y la escritora se establece un vínculo invisible, creado a partir de las similitudes que ambas comparten por su origen senegalés y porque en su foro interno, la escritora ve en la acusada ciertas similitudes, inicialmente trágicas, con Medea.

Lo que fue una vez alimento para titulares sensacionalistas, se transforma, a través de la contundente y a la vez elegante cámara de Diop, en una obra profundamente moral en la que no hay cabida para la justificación del crimen cometido por la joven y sí un intento por entender sus acciones.