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KING. MI PEQUEÑO REY

Sin madre, con padre ausente y abuelo trotamundos


Hacer cine familiar no es tárea fácil, porque hay que contentar a la vez a la gente menor y a la adulta. Por lo general se suelen dedicar a ello profesionales que se lo toman como una especialización, pero las productoras saben que todo género, también las aventuras con especies salvajes en cautiverio o libertad, necesitan de aire fresco y de otra mirada diferente. A tal fin alguien ha tenido a bien contratar a personal externo, si por tal entendemos que David Moreau procede del cine de terror, en el que se consagró junto a Xavier Palud con “Ils” (2006). Y el buen resultado obtenido demuestra que el sentimiento cinéfilo es algo universal, y que cuando se pone cariño en una película da igual que sea oscura o luminosa, porque al final se acaba imponiendo el oficio, máxime cuando se trabaja dirigiendo a animales y a preadolescentes.

Y ahí está la clave de “King” (2022), en la dirección interpretativa de un actor y una actriz noveles, de 12 y 15 años respectivamente. Siguiendo las lecciones del maestro Spielberg, la película te la crees porque Moreau te coloca en la mente y la perspectiva de la joven pareja protagónica. De esta forma todo puede ser vivido y experimentado como un juego, por más anómalo que parezca que un cachorro de león se extravíe en el aeropuerto de Orly y busque refugio en casa de la pequeña Inés y de su hermano Alex. La conexión con el mundo de los mayores llega gracias a su abuelo viajero, a quien da vida con su simpatía y descaro habituales el veterano Gérard Darmon.

Digamos que la odisea africana para devolver al cachorro a su hábitat natural es la válvula de escape que Inés y Alex tienen para aislarse de una familia rota, con la madre fallecida y el padre ausente. Y, como en toda aventura que se precie, se enfrentarán a los villanos de turno, que en esta ocasión son traficantes y maltratadores de valiosos ejemplares africanos, y que incorporan al estereotipo.