Iratxe FRESNEDA
Docente e investigadora audiovisual

¿Saber ver el cine?

Tengo en casa un libro manoseado, subrayado y pintarrajeado, una y mil veces leído, que se llama “Saber ver el cine”, de António Costa. A través de sus páginas me acerqué al oficio del cine en mi época de estudiante universitaria. Por descontado, no fue la única fuente de la que bebió mi formación cinematográfica (engullía películas, libros, fotografías, música y todo tipo de lecturas que enriquecieron mis modos de ver). Creo que todo ese universo me ha permitido disfrutar la imagen de un modo particular, también crear desde una mirada y un modo de hacer. Entiendo el acercamiento al audiovisual desde una mirada curiosa y alejada de prejuicios. Siempre he pensado que se trata de disfrutar y, por supuesto, no existe un único modo de hacerlo. Recientemente, una lista de las mejores películas de la historia lanzada desde la revista “Sight & Sound” se situaba en el centro de la polémica. La razón fundamental era el número uno: “Jeanne Dielman”, de Chantal Akerman, una película que narra el devenir de una mujer enjaulada en la esclavitud de la cotidianidad, condenada a repetir las mismas acciones día tras día mientras cuida de su hijo adolescente. La cinta, de una duración de más de tres horas, provocaba un debate en las redes que ponía sobre la mesa si era acertada la elección de una obra vista por muy pocos y que, probablemente, otros pocos habían disfrutado. La mecha estaba prendida y el debate se centró en «quién sabe de cine y quién no». Personalmente me decanto por la idea de aprender a ver y a disfrutar viendo cine, a pesar de que sé que lo de aprender cada vez está menos vinculado al disfrute y que las listas no deberían existir.