Mikel INSAUSTI
SI TODAS LAS PUERTAS SE CIERRAN

Labor social y órdenes religiosas

El recientemente fallecido Agustí Villaronga dijo en una de sus últimas entrevistas que el cineasta es un mercenario. Entiendo perfectamente lo que quería decir, porque no deja de ser una manera altisonante de expresar que quien se dedica profesionalmente a la dirección de películas, a nada que quiera vivir de ello, está obligado a una serie de servidumbres. No se le puede hacer ascos a ningún proyecto, más que por dinero, para que sepan que sigues en activo. Y Antoni Cuadri es fiel a dicho perfil, porque en su carrera ha tocado todo tipo de producciones y de géneros. La última ficción fue “Operación Concha” (2017), y seis años después nos sorprende con un encargo religioso como “Si todas las puertas se cierran” (2023), con todo lo que conlleva pasar de lo más mundano y banal a una obra tan beatífica.

Es de agradecer que no haya querido entregar la típica película de lobby cristiano, a pesar de que surge a modo de micromecenazgo por iniciativa de las Oblatas para santificar la memoria de su madre fundadora. La película trata de alejarse del rancio cine “de estampita” y del subgénero de “vidas ejemplares”, yendo por los derroteros de lo social. Tampoco es de extrañar, teniendo en cuenta que muchas son las órdenes religiosas que se declaran dedicadas a labores humanitarias, y no solo a evangelizar. El problema es que la denuncia de las injusticias, vistas desde la óptica católica, se revisten de una conciencia que apela a la caridad.

Pero Cuadri tampoco ha querido hacer un biopic al uso sobre Antonia María de la Misericordia, por lo que alterna la época en que levantó el primer convento en Ciempozuelos como casa de acogida para mujeres de la calle, con el presente, a fin de recoger los frutos dados con el paso del tiempo por aquella iniciativa decimonónica. Y ahí aparece la explotación sexual.