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Un filo invisible


Es dificultoso detectar ese punto en donde una propuesta deja de ser cultural y pasar al otro lado del espejo, el comercial. O con intenciones exógenas al valor filosófico que pueda inspirar un retrato de la vida de los seres humanos en sociedad frente a la naturaleza, los dioses o los otros seres humanos que es, en reducción utilitaria, lo que debería caracterizar a las propuestas culturales que buscan en los lenguajes artísticos una manera de transcender lo cotidiano, convirtiéndolo en algo más que un retrato, que utilice todos los recursos y lenguajes para que después del propio hecho quede un poso en esa parte secreta de cada espectadora para afrontar el resto de su vida con otra perspectiva.

La cantidad de veces que uno se sienta en una butaca de una sala, teatro, auditorio o patio vecinal a visionar obras donde las artes escénicas son los instrumentos comunicativos preferentes, ayuda a comprender que no todos cuantos hacen teatro o danza son privilegiados seres con un talento que los diferencie de la inmensa mayoría. Pero dentro de esta clase media de alto rendimiento, se encuentran posturas claras par entender que en su búsqueda se perfilan en una parte u otra de esa muga indefinida entre lo estrictamente cultural o lo que nace desde una idea más pragmática, encauzada en la moda del momento y con elementos claves para que la aceptación mayoritaria sea previa a cualquier encuentro con la obra.