Amaia EREÑAGA

El vinilo nunca muere; el cedé agoniza abocado al coleccionismo

Un vinilo de The Smashing Pumpkins a 700 euros; el primer disco de Queen, a 120 euros, pero también, al lado, un cedé a 7 euros. Estamos en la edición XIX de la Feria Internacional del Disco de Bilbo, una cita con y entre los coleccionistas, esos apasionados por la música en su forma más material: la física.

Imagen de la feria, que hoy continúa abierta. Se celebran dos ediciones al año, en un  circuito del coleccionismo musical  que está plagado de citas.
Imagen de la feria, que hoy continúa abierta. Se celebran dos ediciones al año, en un circuito del coleccionismo musical que está plagado de citas. (Monika DEL VALLE | FOKU)

Een Yimby Bilbao, el espacio que alberga el céntrico edificio Moyua de la bilbaina calle Ercilla, se celebra desde ayer (hoy, segunda y última jornada, estará abierto de 11.00 a 20.30 horas, con entrada a 4 euros) la edición número 19 de la Feria Internacional del Disco de Bilbo, una de las principales citas del circuito del coleccionismo musical en Euskal Herria. Vinilos, cedés, deuvedés, libros y todo tipo de objetos de merchandising se presentan en los stands, por donde merodea, mira, toca y reflexiona un público que piensa, calcula y, posiblemente, recuerda. Porque el coleccionismo de música, más que una operación mercantil, es una forma de entender la vida y un ejercicio de nostalgia.

«Esta es una feria de tamaño medio, con un público bastante fiel», apunta Peter Terrassa, el director del encuentro. La feria, que comenzó hace cerca de una década -se celebran dos ediciones anualmente-, se engloba en una especie de circuito con muchas paradas y diferentes tipologías. Están las que podríamos definir como «ferias grandes» -Terrassa dirige también la feria de Mallorca y hace a su vez las de Barcelona y Madrid; «la de Barcelona es la que tiene más tradición, se hace desde los 80 y es la estrella de todo el Estado e incluso de Europa», añade- y, luego, las más pequeñas o medianas, como la de Bilbo. En Euskal Herria se celebran también encuentros en todas las capitales, pero es que el coleccionismo no se constriñe a un espacio, también está en los mercados -el Mercado de las Flores del Arenal- o en forma de toma y daca online.

En plena de crisis de los formatos físicos en la música, en donde no sabes si echar los cedés a la basura porque ya no sabes dónde escucharlos, darse una vuelta por la feria sirve para obtener algunas pistas sobre el futuro. Aquí, el vinilo es el rey. «A finales de los años 80 empezó a bajar el vinilo y a subir el cedé. En los años 1993-1994 estaba en su apogeo el cedé, mientras que el vinilo empezó a desaparecer, y ahora parece que se ha torcido la tarta y es al revés. El cedé fue una apuesta clara de las discográficas porque económicamente les venía bien: la fabricación era más barata y nos hicieron ver que era el no va más. Y, además, duplicaron su precio. Si el vinilo valía 1.500 pesetas, el cedé valía 3.000. Fue un negocio de las multinacionales y los grandes sellos que se les torció, y la situación ha girado, porque ahora de media un cedé puede andar por los 10 euros, mientras que con el vinilo nuevo, de novedad, estamos en una media de 25 euros».

Resulta que ahora las multinacionales han descubierto que sí hay mercado para los vinilos -los grupos alternativos siempre lo habían tenido claro- y, como en el verano pasado, han llegado a saturar las fábricas con tiradas a lo bestia, como ha pasado con lo último de Adele. Próximamente se podrá comprar ese mismo vinilo mucho más barato, de segunda mano.

VINILOKO, UN COLECCIONISTA

Roberto Ortiz es Viniloko, un coleccionista de Barakaldo. «Yo soy coleccionista y lo que hago es ir a las ferias para conseguir material para mí y así me financio la colección. Gracias a esto no gasto mucho dinero», explica. Porque compra y a la vez vende en su stand. Detrás tiene a las joyas de la corona: discos de The Beatles (el “Let it be... Nake” está a 220 euros) y de Queen. Pero también hay precios de todo tipo. Le tiramos de la lengua: ¿cuánto ha llegado a pagar por unos vinilos? «5.000 euros por una colección de punk», confiesa. «Tuve que comprar una lonja para meter toda mi colección, porque mi mujer me dio a elegir entre los discos o ella. Y le dije: Los discos», añade con sorna. ¿Y cuánto tiempo lleva coleccionando? «Toda la vida, ¿30-40 años? Yo llevo coleccionando un montón de años y los precios son los mismos, y la gente que viene es la de siempre, no hay nuevas generaciones. Hay algún joven, pero los que vienen son cincuentones que, en su época, no se lo podían permitir, pero escuchaban este tipo de música y ahora que tienen una edad y un mejor nivel económico la pueden comprar».

Un cliente compra un buen número de cedés. «Lo del cedé es curioso, porque se están retirando del mercado; de hecho, hay muchos comercios en los que ya no hay y hasta los coches vienen directamente sin lector de cedé. ¿Qué pasa entonces? Que la gente que coleccionaba cedés los tiene que venir a buscar a estos sitios», añade. Roberto Ortiz lo tiene claro: «El vinilo siempre ha sido una obra de arte. Te lo comprabas, aparte de porque te gustaba el grupo y lo querías escuchar, porque la portada era doble, porque llevaba las fotos de los artistas, un libreto que te explicaba la vida del grupo... y eso es una doctrina. Y lo cuidas, porque el coleccionista cuida eso. Eso sí, el vinilo es más incómodo que el cedé: Lo pones y te tienes que levantar para darle la vuelta al disco, y muchas veces te comes el disco entero, aunque no te guste, por no levantarte».

ESTRELLA ELECTRÓNICA

Olatz Arrese es Estrella Electrónica, dj y una de las pocas mujeres que se ven a estas horas por la feria. Es así, falta por feminizar este mundo, aunque Arrese anda en ello. Mujer creativa, también pinta y pincha música desde hace unos 7 u 8 años. ¿Que música busca? «Música negra: soul, funk... también me gusta mucho el rock and roll de los 50-60, latin también. Siempre vinilo, aunque también me he adaptado por distintas circunstancias a pinchar en digital».

¿Qué tienen de especial los vinilos? «El vinilo tiene alma. Es una pasada cómo sale el sonido, y la conexión del plástico, porque es un trozo de plástico, con la aguja, que es un trocito de diamante, yo diría que es algo mágico. El digital sí que es ordenador puro y duro, que puede estar guay y puedes hacer cosas como filtros o meter samples... te da otras opciones, pero es más frío». Ella se incluye dentro de lo que se puede considerar un coleccionista, pero admite que es realista y no se gasta barbaridades. «Buscando se pueden encontrar joyas», explica. «A Roberto le compro un montón», añade.

Moby Disk Records, la tienda de Girona, es una veterana. Ahora, por problemas familiares, la tienda está parada, pero venden desde un almacén. En noviembre cumplirían 30 años, explica Pemi desde detrás del stand. «Nosotros traemos de todo, también traemos reediciones nuevas, pero muchas de ellas son ediciones numeradas: a lo mejor de 500 o 1.000 copias, que se buscan mucho. Tenemos desde música de los 50 a los 60 y 70, pero también cosas difíciles de encontrar de los 90, porque en esa década el cedé iba para arriba y el vinilo para abajo y había ediciones muy cortas». Saca un original del “In Utero” de Nirvana y nos muestra el “Mellon Collie and The Infinite Sadness” de The Smashing Pumpkins, que está a 700 euros. Advierte, se han pagado 1.300 por esta edición numerada en vinilo.

Y Pemi avisa a los amantes de la música de un problema que se está detectando: falsificaciones que cuelan como originales. «Cada uno es libre de gastarse el dinero en lo que quiera, pero te tendrían que informar de que esto es una falsificación y no que es un original. Es como si vas a comprarte un Ferrari y te traen un 600, y te dicen que es un Ferrari. Pues no, es un 600», concluye.