Koldo LANDALUZE
CRÍTICA: «POSESIÓN INFERNAL: EL DESPERTAR»

Ese maldito libro...

Han pasado cuarenta y dos años desde que Sam Raimi abrió su endemoniado libro en “Posesión infernal”, una pieza de culto y referente del género de terror moderno en el que el cineasta supo conjugar a la perfección lo sanguinolento y el humor más descacharrante.

Después de aquel filme, que tuvo dos entregas más dirigidas por su creador, le llegó el turno a Fede Álvarez para rodar, hace diez años, una nueva entrega del original. Una obra en la que Álvarez quiso imprimir un toque un poco más serio a lo que Raimi filmó. Ahora, y con la complicidad del propio Raimi y de su actor fetiche, Bruce Campbell, nos llega una nueva entrega con la que se pretende dar inicio a toda la saga relativa a ese temible libro llamado “Necronomicón”.

El encargado de asumir este difícil reto ha sido Lee Cronin, un director que no se ha prodigado en exceso pero que cuenta con filmes tan estimables como “Bosque maldito” (2019).

Sin perder de vista lo que Raimi plasmó en su primera “Posesión infernal” y respetando parte de lo que Álvarez planteó en su estimable remake, el irlandés ha optado por un desenfreno que nos cautiva por su inteligente manera de saber pulsar los clichés que han dado sentido a este proyecto desde su origen.

En esta oportunidad, los terrores no se escenifican en una cabaña perdida en mitad de un bosque, sino que se desarrolla en el apartamento de una gran ciudad y coloca al espectador en una difícil tesitura debido a que todos los terrores que emergen del libro se concentran en un entorno familiar, lo cual siempre resulta muy suculento.

Lo cierto es que esta “Posesión infernal: El despertar” asusta y provoca risa -a ratos, nerviosa- en un difícil equilibrio que su director consigue gracias a un discurso visual magnífico y un guion bien ensamblado.