Carlos GIL ZAMORA
Analista cultural

Sin cifras y pocas letras

Los porcentajes son la espuma de un cocido de legumbre hecho en la olla exprés. De todos los presupuestos que se nos presentan en los apartados de cultura, las cantidades sumadas pueden provocar en la ciudadanía un impacto entre la sorpresa, el desengaño o el cabreo. ¿Dónde se coloca la medida para saber si estamos ante acciones de gobierno suficientes para un desarrollo adecuado? Tendríamos que utilizar ese lenguaje iniciático de pocas letras y hablar de porcentajes que los sospechosos habituales consideramos pirotecnia. Las partidas sin desmenuzar provocan conclusiones bastante exageradas, porque para que exista un acto teatral concurren tantos estamentos, pasos administrativos, funcionariado y personal contratado que de quitarlos se reduciría a unas cantidades irrisorias, pues lo que de verdad interesa es lo que llega a la ciudadanía, las obras de teatro, las coreografías, las composiciones musicales, los cuadros o las novelas.

Sumemos la partida uno, inversiones patrimoniales, gastos corrientes de funcionamiento y lo que se destina desde todas las instituciones a ayudas, subvenciones y contrataciones, ¿es suficiente para estar a la altura de nuestros vecinos europeos o hay que aumentar de manera considerable los porcentajes?