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ENTREVISTA
Interview
Carmen castillo
Cineasta y militante chilena

«A 50 años del golpe, Allende te sigue enseñando cosas fundamentales»

El 5 de octubre de 1974, la DINA llevó a cabo un operativo contra la casa de la cineasta chilena Carmen Castillo, militante del MIR, y su pareja, Miguel Enríquez, secretario general de la organización. Él murió combatiendo. Ella, embarazada, resultó gravemente herida. Pasó 21 días en el hospital. El 26 de octubre fue expulsada de Chile. El exilio le regaló el cine.

(Jon URBE | FOKU)

Carmen Castillo, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), llegó al cine a través del exilio. Su primera película documental fue “La flaca Alejandra”, la historia de «Marcia Merino, una compañera militante del MIR que reaparece y pide perdón públicamente por haber colaborado con la DINA quebrada por la tortura». Después llegó “Calle Santa Fe”. En esa calle, el 5 de octubre de 1974, un comando de la DINA, «la Gestapo» de Pinochet, asaltó la vivienda en la que vivía con Miguel Enríquez, secretario general del MIR. Él murió combatiendo, mientras que Castillo, embarazada de siete meses, resultó gravemente herida por el impacto de una granada. Tras 21 días en el hospital, fue forzada a partir al exilio. El cine ha sido para ella «un instrumento para producir impacto sobre una realidad oculta e interpelar sobre una memoria que nunca está archivada». Castillo, quien acaba de recibir el Premio del Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia, reivindica en entrevista a GARA la figura del presidente Salvador Allende, con quien trabajó en el Palacio de la Moneda, «un hombre político, humano, absolutamente urgente de ser conocido y transmitido».

¿Cómo recuerda a Salvador Allende?

Salvador Allende es un hombre político, humano, absolutamente urgente de ser conocido y transmitido. A 50 años del golpe de Estado, Allende te enseña cosas fundamentales, que se puede ser un hombre político, pedagogo, educador y capaz de crear la izquierda en Chile. En 1952 no había izquierda en Chile. Allende creó un proyecto político socialista, democrático, con justicia social, igualdad y respeto de las instituciones. Todo aquello era y sigue siendo posible.

Allende amaba todo de la vida; tenía un sentido del humor extraordinario, dialogaba con las mujeres; todo su equipo fueron mujeres; no solo su hija Beatriz, quien me inició en la vida política. Allende nos dice que se puede ser pedagogo y no populista. He vuelto a leer sus discursos y a considerar de qué manera puede ser recibido hoy.

Hoy día, en Chile no se quiere hablar de Allende ni recordar ese Gobierno extraordinario. Hablemos en los liceos, en las universidades, en los centros culturales...

Si de Allende no se habla, mucho menos de su hija Beatriz, quien en 1977 se suicidó en Cuba. ¿Cómo la recuerda?

Para mí, Beatriz Allende es la figura de Antígona de María Zambrano. En un acto político de denuncia del exilio, ejecuta el acto de suicidarse. Beatriz es una mujer olvidada durante mucho tiempo. Fue una mujer política, revolucionaria… alguien fundamental. Hoy está regresando de la mano del movimiento feminista.

Ella nos dice que se puede ser mujer y militante a la vez. Y que la ausencia de compromiso y de acción política mata. Beatriz me enseñó que se puede ser radical sin ser sectaria; es más, se debe ser radical sin ser sectaria, como dice Miguel Enríquez y la generación revolucionaria a la que yo pertenezco. Es una lección tremenda para el mundo de la izquierda, donde divisiones, dogmas y peleas son cotidianas. Me enseñó lo que era la maravilla del internacionalismo y que nuestra esencia es del lado de la amistad, la tolerancia, el respeto, la dignidad...

¿Cómo explicaría el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) a un joven?

El MIR recogía corrientes y formaciones históricas muy diversas. Nunca fue un aparato militar cerrado, planteó que había una estrategia revolucionaria que llevar adelante, pero ligada al movimiento social. El MIR dialoga directamente con Allende. Hay que recordar que el MIR tenía un trabajo de Inteligencia tan importante que pudo desenmascarar el atentado en el que murió el general René Schneider y que se produjo entre la victoria electoral y la investidura de Allende. Si no hubiera habido el trabajo de Inteligencia del MIR, aquella historia de Allende en el Gobierno no habría sido posible. Eso explica que Allende confiara al MIR su protección y se constituyera el Grupo de Amigos Personales (GAP).

Como militantes, sobrevivientes, hemos fallado en esa transmisión. No hemos contado la historia del MIR y sus particularidades. De Miguel Enríquez, quien muere combatiendo a los 30 años en nuestra casa de la calle Santa Fe, ha quedado una imagen dura en blanco y negro, cuando fue uno de los más importantes intelectuales revolucionarios de América Latina. ¿Por qué ese médico neurólogo se pregunta cómo ser a la vez un hombre vivo, pensador, lector, buen bailarín, amante de la vida y entregarse al proyecto de crear una sociedad de justicia y de libertad? Espero que en 2024, cuando se cumplen 50 años de su muerte en combate, podamos dar a conocer algo de este hombre.

¿Cómo era la vida en esa casa de la calle Santa Fe?

Era una vida cotidiana. Allí vivíamos con la hija de Miguel, Javiera, y mi hija, Camila, ambas de la misma edad, y un perro. Alrededor de ese pequeño patio de esa casita lo que había era una vida normal. La amenaza estaba fuera. En esa casa se escuchaba música, se leía, se trabajaba, se contaban cuentos a las niñas. Cada día era vivido como si fuera el último día, en la plenitud. Tal vez eso es la felicidad. Hoy en el mundo de la mercancía y del dinero nos quieren decir que la felicidad es consumir, comprar cosas que nunca satisfacen al ser. El Estado chileno ha definido que esa casa es monumento nacional. La casa pertenece al propietario fascista que nos la robó, pero el lugar puede tener una placa. Hay un inicio de cartografía urbana de Santiago para definir los lugares de resistencia.

«Calle Santa Fe» se presentó en el Festival Internacional de Cine de Donostia. Se ha vuelto a proyectar en el Festival de Cine y Derechos Humanos. ¿Qué significa en su carrera?

Es el viaje hacia el lugar donde vivíamos clandestinos durante casi un año. Allí viví todo lo que se puede vivir a lo largo de una vida. A ese lugar regreso en 2002. ¿Qué encuentro? A mi vecino, un humilde trabajador del barrio San Miguel. Es entonces cuando me entero de que Manuel Díaz me salvó la vida, que él fue quien me recogió del suelo en un charco de sangre, en una hora y media de perder sangre embarazada de siete meses. Atravesando todo el cerco militar exige que me suban a una ambulancia que estaba allí y con los militares encima llego a un hospital público. Y una cadena de gestos de bien y valientes van a hacer que hoy esté aquí con ustedes. Entonces mi cabeza dio vuelta y pensé que los gestos de bien comprometen para la vida entera. Al reconocer en Manuel el héroe real de la resistencia a la dictadura voy a empezar a interrogar mi compromiso político, el de mi generación, el precio a pagar por ese compromiso político revolucionario. Después de cinco años de trabajo, “Calle Santa Fe” existirá como una película coral en la cual la narradora, que soy yo, dialoga en un coro de voces sobrevivientes, que dirán si valió la pena ese compromiso pese a todas las muertes, sufrimientos, desaparición. Y la respuesta es ‘sí’.

¿Cómo valora el estallido social que hubo en Chile, la llegada de Gabriel Boric a la Presidencia y la pérdida del plebiscito para cambiar la Constitución de Pinochet?

Vivimos algo extraordinario; una revuelta histórica de meses que reconfiguró un pueblo que despertó y sacó de las tumbas a los muertos. Todos esos meses estuve en Chile y lo que viví fue extraordinario. Salvador Allende, Miguel Enríquez, Víctor Jara… circulaban reinventados. El pueblo fue médium y trajo al presente la memoria para dibujar un futuro. Surgió la demanda política de una nueva Constitución frente a la Constitución neoliberal de Pinochet. Entre medio dimos la batalla contra el neofascista Kast y gana Boric.

Creo profundamente que el millón de votos de mujeres jóvenes populares que le dio la victoria a Boric viene del hecho de que tuvimos la oportunidad de batallar políticamente con la memoria histórica y de alertar sobre lo que significaba la extrema derecha reaccionaria. Frente a eso se define un voto obligatorio y sufrimos una derrota electoral en el plebiscito. La batalla política por la defensa de la nueva Constitución fue muy desfavorable, porque no teníamos ningún medio de comunicación y porque las organizaciones de izquierda no estaban implantadas en el movimiento social, por las mentiras… Que no nos digan que somos responsables de la derrota por haber creado una Constitución extraordinaria, progresista, con derechos individuales y sociales.

Después de haber atravesado tantas derrotas, lo único que puedo decir es que de las derrotas surgen derroteros. En esta lucha por una sociedad socialista, justa, democrática, el camino de la derrota es largo, pero también hay victorias.