Misterios sin resolver
Uno de los síntomas de la evidente falta de puesta al día de la ley electoral es que hoy, por obligación, se debe reflexionar. ¿Quién, cuándo y por qué decidió que el día anterior a la ceremonia mítica de introducir la papeleta en la urna, la ciudadanía debe dedicarse a pasear, leer a Kant o escuchar a Mozart? ¿Puede alguna persona con intención de voto llegar a diferentes conclusiones hoy o mañana, que la que tiene acumulada durante los días, semanas, meses o años anteriores? Son muchos los misterios sin resolver que nos conducen hacia la irreflexión, la emoción y la desazón.
Hay un elevado porcentaje de personas con derecho a voto que mañana encontrarán el momento de satisfacer su deseo de cambio o de continuidad, que se honrarán cumpliendo con un deber ciudadano que no es obligatorio, que irán a misa, a pasear, a tomar vermú, al monte o la playa y antes o después introducirán en un sobre una lista para que en los próximos años exista una posibilidad desde la gestión política para que la alegría y la esperanza se empodere de la convivencia. Un número indeterminado de personas tomará la decisión contraria, no ir a votar. Unos desde la militancia, otros desde el desdén o desde la desafección.
Y pasado mañana será lunes de resaca. Y seguirán estos y muchos otros misterios sin resolver, porque cada individuo ejerce su derecho apoyando a una opción política y las sumas para configurar mayorías se realizan a partir de esos deseos, intuiciones o efectos de la propaganda que acaban en una papeleta concreta. ¿Qué espera realmente cada uno de su voto?