Mikel INSAUSTI
UN BLANCO FÁCIL

Una sindicalista irlandesa contra el gigante nuclear

No basta con tener a Isabelle Huppert, no basta con repetir con ella después del éxito de “Mamá María” (2020), porque con todo eso el cineasta Jean-Paul Salomé ha encontrado dificultades para la financiación de su nuevo proyecto. Por decirlo de una manera suave, le resultaba incómodo al gobierno que preside Macron, ya que el tema de la energía nuclear se presta a muchas tensiones internas en el Estado francés. A falta de ayudas, tuvo que buscar coproducción en Alemania, ya que no podía rodar en centrales nucleares francesas y lo hizo en plantas de carbón alemanas, luego retocadas digitalmente en la postproducción. Todo ello hace que la película gane en coherencia a propósito del espinoso tema que aborda, que en un sentido más universal es el de la eterna lucha de David contra Goliat, así como el de una mujer en solitario enfrentada a un mundo corporativo de hombres.

Isabelle Huppert vuelve a estar inmensa, pero no solo por el extraordinario mimetismo que desarrolla en cuanto a apariencia externa con la sindicalista irlandesa Maureen Kearney, sino en especial por el carácter irreductible que imprime al personaje real, gracias a que la veterana actriz se ha hecho fuerte en las caracterizaciones de mujeres que nunca se sienten como víctimas. Esto es muy importante, dada la relevancia que el relato concede al ataque y violación que la protagonista sufrió en su casa, por ser el hecho con el que se abre el metraje. Ni las amenazas, ni las agresiones, la detendrán en su objetivo de salvar miles de puestos de trabajo.

Esta delegada del sindicato CFDT se atreve a entrar en el complejo juego de las relaciones de poder, codeándose con la directiva de la multinacional nuclear AREVA, e incluso viste como una ejecutiva. El choque frontal de intereses sobreviene cuando empieza a manejar información reservada sobre los contratos abusivos con China.