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Un renovado interés por las antiguas culturas americanas y, en especial por las precolombinas -maya, azteca, etc.-, ha hecho que llegue a mis manos una edición renovada de “Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas”. En su introducción se hace una manifiesta apología del «ecologismo profundo», un movimiento ecofilosófico que trata de superar la visión tradicional antropocéntrica de la ecología dotándola de una dimensión global. Un movimiento que, sin ser muy reciente, sí es al menos desconocido para muchas de nosotras, al menos para mí.

Este neoecologismo se fundamenta en tres pilares: la teoría general de los sistemas, una visión «holística» de la realidad y la «hipótesis Gaia» de James Lovelok.

Según Joana Macay, todos los sistemas orgánicos y superorgánicos vivos -desde las células hasta las sociedades y sistemas ecológicos- son «holones», es decir, son al mismo tiempo un todo y parte de otro todo superior. La totalidad no es una simple suma de partes sino la red de interacciones que se dan entre todas y cada una de ellas: es la «holonarquía».

La hipótesis Gaia no es sino un eufemismo de lo que algunos científicos describían como «sistema de homeostasis y biocibernética universal» y que concibe la Tierra como un organismo vivo muy complejo que abarca territorios, océanos, todos los seres vivos y la atmósfera. Un sistema cibernético que se autorregula y retroalimenta haciendo del planeta un entorno habitable. En definitiva, un ecologismo que de alguna manera se reivindica en el “Popol Vuh” en un fantástico relato de una cultura milenaria profundamente enraizada en la Madre Tierra.

Sin embargo, ante la emergencia climática y el importante y necesario debate ecologista, este argumentario nos puede conducir a un cierto estado de relajación pensando que éste es un problema coyuntural y que con el paso del tiempo el propio sistema holístico lo solucionará. A mi entender, asi se pueden fortalecer las tesis negacionistas del cambio climático precisamente en un proceso de aceleración evidente del mismo.

Sin caer en el catastrofismo banal vemos cómo nos siguen llegando mensajes alarmantes sobre la verdadera dimensión del problema: unos nos advierten de que estamos en una nueva fase de extinción masiva de especies, otros de que de los ocho termómetros para medir el estado de salud de la atmósfera y ecosistemas -revista “Nature”- siete de ellos han entrado en zona de riesgo con sus previsibles consecuencias para el planeta y sus habitantes.

Estos y otros mensajes repetidos hasta la saciedad ponen en solfa la validez de las tesis del ecologismo profundo dejando entrever que es la desidia humana la mayor amenaza del planeta, y que sí se evidencia en la lectura de “Popol Vuh”.

Hay quienes todavía plantean la dicotomía economía-ecología, nucleares o berzas. ¿Es posible la «ecolomía» y/o la «econogía»? En lo que a la defensa de nuestra Ama Lurra se refiere, ¿podríamos hablar de un «ecologismo eficaz» dados los retos a los que nos enfrentamos? ¿Es honesto decir «renovables sí, pero no en mi monte»?

Hay otros mensajes que me inquietan: uno sobre las futuras amenazas de la Inteligencia Artificial. Todos bobos. ¿Nos salvará la Inteligencia Hibrida? Todos androides. El otro viene del espacio. Según la NASA, han conseguido a través de una simulación captar un mensaje encriptado extraterrestre. ¿Cuál puede ser su contenido? La curiosidad y la ansiedad me abruman. Recurro al santuario de la todopoderosa Mari y su respuesta es inmediata y explícita: ¡Jodeos, estúpidos terrícolas!