RAUL BOGAJO
GASTEIZ
Interview
Gustavo Minas
Street photographer

«Un buen fotógrafo de calle debe tener una imaginación transformadora»

Gustavo Minas (Cássia, Brasil, 1981) es uno de los fotógrafos que mejor sabe recoger en sus instantáneas la esencia de entornos urbanos. Sus imágenes son un juego de reflejos, luces y sombras que trascienden lo bidimensional. Este fin de semana presenta en Gasteiz su libro ‘‘Maximum Shadow Minimal Light’’e imparte un taller dentro de Fotokalea.

(Endika PORTILLO | FOKU)

Gustavo Minas visita Gasteiz este fin de semana compartiendo su experiencia y su trabajo recogido en el libro ‘‘Maximum Shadow Minimal Light’’, dentro del programa de Fotokalea.

Usted es periodista pero parece más cómodo con una cámara y no, precisamente, para hacer fotoperiodismo.

La fotografía me ha interesado desde mucho antes de ir a la universidad. Cuando estaba en la escuela ya tenía una cámara y fotografiaba mi entorno familiar. Estudié comunicación y aprendí a fotografiar en la universidad, pero entonces mi pasión era la literatura. Cuando empecé a trabajar como reportero de economía en un periódico esa pasión se agotó. La fotografía fue la forma de expresión que encontré para reemplazarla.

Dicen de usted que es uno de los fotógrafos de calle más importantes. Defíname este término de «fotógrafo de calle» o «street photographer».

Básicamente soy un fotógrafo que sale diariamente a fotografiar el día a día de la ciudad donde vivo o que estoy visitando. Prefiero las fotos espontáneas y trato de documentar los centros urbanos desde un punto de vista personal, con imágenes que sean más sugestivas que descriptivas.

Hoy en día todos llevamos un teléfono móvil con una cámara en el bolsillo, ¿no nos convierte a todos en fotógrafos de calle? ¿Qué hace que su trabajo sea especial?

Para mí suena raro y prepotente decir que mi trabajo es especial, pero lo cierto es que, si hay una diferencia, esta es la intención, la constancia y la coherencia en el trabajo. Como fotógrafos estamos documentando cronológicamente lugares y sociedades, creando un documento para el futuro, que, tal vez, solo sea debidamente valorado dentro de algunos años.

No obstante sus imágenes parecen más cercanas al lenguaje poético que al documento.

Sí, esa es la idea. Especialmente con los reflejos busco mezclar realidades dispares con imágenes que solo existieron por un segundo pero que, tal vez, sean más fieles al propósito de representar las diversas sensaciones y estímulos que experimentamos en una ciudad. Son imágenes que tienen algo de poesía, aunque esa palabra está demasiado usada. A través de la luz y los reflejos busco trascender la realidad más inmediata. Mi maestro Carlos Moreira decía que, como Don Quijote, un buen fotógrafo de calle debe tener una imaginación transformadora, saber ver gigantes en los molinos.

Esta fijación suya por los reflejos en la composición, ¿son para usted una especie de agujeros de gusano por donde alcanzar dimensiones ocultas a un ojo poco atento?

No sé si llegan a tanto (risas) pero a través de ellos puedo enseñar no solo lo que está delante de mí, sino también, lo que está en planos diferentes, a los lados, detrás. Cuando estamos en la calle vemos pero a la vez escuchamos, percibimos sensaciones, calor o frío, olores… Y los reflejos, aunque estén limitados al plano visual, son como una manera de representar esa variedad de estímulos. Me atrae el hecho de que sean tan pasajeros y efímeros.

Una pregunta recurrente: ¿qué es para usted una buena foto?

Mis fotos ideales son aquellas superan la concreción de la realidad, las que son capaces de sugerir y tienen un poco de ambigüedad y a la vez de simbolismo. Muchas veces tengo que conformarme con imágenes más sencillas, también estas son parte de mi experiencia en las calles, pero temo que no resistan tan bien la prueba del tiempo.

Una de las características de su proceso creativo es regresar como una especie de mantra al mismo lugar y volver a fotografiarlo, es lo que ha hecho con Rodoviária, la estación de autobuses de Brasilia. ¿No le resulta tedioso esta repetición del modelo?

Para mí ese regreso constante es fundamental, es un desafío volver al mismo sitio y tratar de fotografiarlo de forma diferente. Estoy seguro de que esa familiaridad puede llevar el trabajo de un fotógrafo a otro nivel. Los días nunca son iguales, la gente nunca es la misma y, con el cambio de estaciones, cambia la luz, la posición de las sombras... Rodoviária cada vez que vuelvo a fotografiarla es otra estación distinta, la conozco bien y eso me permite buscar pequeños detalles que no había percibido antes. Además, es una estación que está en constante transformación, obras que cambian toda la dinámica y el flujo de personas. Sigo volviendo allí porque es parte de mi vida. Sucede lo mismo con trabajos que he hecho sobre mi ciudad natal, o sobre São Paulo, son partes importantes de mi vida y creo que nunca voy a dejar de fotografiarlas.

En cuanto al curso que imparte este fin de semana en Gasteiz, ¿qué es lo que usted espera poder compartir y cómo lo va a hacer?

Bueno, me gustaría despertar en los alumnos la conciencia de que un buen trabajo de calle debe de ser lo más personal posible, y que la fotografía no es un pasatiempo que se practica un par de veces por semana, sino parte de la vida y de las experiencias de quien se propone ser fotógrafo.

¿Qué es lo más difícil de enseñar en fotografía?

La técnica es lo más fácil, pero hay cosas que simplemente no se pueden enseñar, como la motivación, la curiosidad, las ganas de conocer, registrar y expresarse a través de las imágenes.