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CRÍTICA: «UN BLANCO FÁCIL»

Sola ante el peligro


El cineasta Jean-Paul Salomé ha tomado como referencia el libro de no ficción de la periodista de “Le Nouvel Observateur” Caroline Michel-Aguirre “La Syndicaliste” para recordarnos la terrible experiencias vividas por la irreductible Maureen Kearney, la principal representante sindical de una potencia nuclear multinacional del Estado francés, Electricité de France, que optó por la denuncia de los acuerdos de alto secreto que sacudieron el sector nuclear tras el acuerdo sellado con un conglomerado chino.

En su solitaria pelea, se enfrentó a las altas instancias políticas y líderes de la industria energética para sacar a la luz el escándalo y defender más de 50.000 puestos de trabajo. Semejante afrenta al poder se saldó con un violento asalto a su casa, en el que fue violada.

Con todo este caudal narrativo, Salomé optó por la posición más lógica de delegar todo el peso dramático en una de las grandes actrices del panorama actual, Isabelle Huppert. La actriz transmite con acierto la interioridades de una luchadora nata enfrentada a molinos de viento y en una cruzada sobre la que sobrevuela en todo momento la tragedia, un mensaje diametralmente opuesto al que se dio en su día y que describía a Kearney como una especie de mujer histérica y desequilibrada. Por ello, el guion firmado por Fadete Drouard y el propio director elude en todo momento cualquier artificio dramático y los movimientos de cámara frenéticos para relatar de manera seca y contundente una historia en clave de thriller.

Más allá de la excelente interpretación de la protagonista, muy bien secundada por Grégory Gadebois y François-Xavier Demaison, destaca en su conjunto la intención de un filme que quiere mostrar, una vez más, los demonios del capitalismo salvaje y sus temibles y despiadados engranajes. Un filme, en definitiva, que invita al espectador a reflexionar.