Txema GARCÍA PAREDES
KOLABORAZIOA

Españistán

Sí, se veía venir, ya han llegado los malos tiempos que algunos profetas auguraban desde hacía lejanas fechas. El «cambio político-climático» ha venido para quedarse y, por lo que parece, lo hará por una larga temporada. Y ha llegado como si fuera un desastre medioambiental más. Como una ola de calor, un tsunami o, peor aún, como una plaga bíblica.

Pero no, no es de ranas, mosquitos, piojos, pulgas, tábanos, langostas, o de cualquier otra especie animal. Es mucho peor, llega desde las tinieblas del pensamiento, desde la profundidad de sus cavernas más lóbregas.

Lo peor de todo es que esta nueva plaga tiene las características de una metástasis avanzada que ya ha empezado a corroer buena parte del cuerpo de esta sociedad que se tilda de «avanzada».

Parece un tópico, pero renace la España más oscura. La que canta el «cara al sol con la camisa nueva que tú bordaste en rojo ayer» con el fino hilo, tanto monta, monta tanto, de un voto a Vox o al Partido Popular.

Sí, ya han llegado «las banderas victoriosas al paso alegre de la paz y traerán prendidas cinco rosas: las flechas de mi haz».

Y por lo que ya sabemos, se trata de rosas con espinas para clavárselas a herejes, bolivarianos, comunistas, feministas, masones y pecadores varios.

Todo esto ya está por aquí, campando a sus anchas, de la mano de un nuevo alzamiento nacional, como lo hicieron tiempo atrás las huestes de Pelayo, del Cid Campeador o del fundador de la Legión, José Millán-Astray.

Eso sí, campan «democráticamente» como si no supiéramos que hasta el mismo Hitler alcanzó el poder con el voto de una buena parte de sus ciudadanos. Es la «democracia, amigo... ¡la tomas o la dejas!

La mancha de aceite se va extendiendo inexorablemente, como si fuera un desfile militar: concejales, alcaidías, gobiernos autonómico, consejerías, cargos institucionales, asesores, empresas auxiliares... Es «otra marea» en forma de un chapapote apestoso que todo lo cubre.

Más coches, adiós a los carriles bicis, fuera las banderas LGTBI, abajo las instituciones de Igualdad, a la violencia de género la llaman ahora, eufemísticamente, «intrafamiliar», recortes a programas públicos y sociales, aumentos de sus sueldos como cargos públicos, reforzamiento de la educación y la sanidad privada, impulso a los toros («la fiesta nacional»), introducción del pin parental... todo esto no ha hecho nada más que empezar.

Entramos en un nuevo régimen de apartheid para niños, familias, personas adultas, trabajadores, ancianos, emigrantes, gente que reivindica la diversidad sexual...

El mapa peninsular va cambiando de color. Más seco, árido, crepuscular. Desde Marbella a Valladolid, desde Mérida a Valencia pasando por Madrid, Castilla y León, Andalucía, Murcia, Extremadura, Comunidad Valenciana, Baleares, Cantabria, Aragón... ¿Será casualidad que la población que más resiste a esta ola esté, precisamente, en esa periferia que también tiene otra identidad?

La Unión Europea ya puede ir registrando un nuevo país llamado Españistán. Un conjunto de bantustanes al igual que en la Sudáfrica colonial, con muchos territorios donde se discrimina social y económicamente y en los que, además, se practica la «segregación racial».