EDITORIALA

Nadie al volante en la Ertzaintza

Alguien con sentido institucional y nivel político debería hacerse cargo del debate sobre la Ertzaintza. El tema no puede seguir en manos de irresponsables. Hay que tomárselo en serio y buscar consensos políticos para un cambio que es urgente. Esta crisis no va de salarios y cilindradas. Va de un modelo policial indefendible, de una cultura institucional inaceptable y de unos planteamientos sociolaborales delirantes. Va de un cuerpo que no puede hacer frente a los retos que tiene el país y su ciudadanía, ni en materia de seguridad ni de libertades. Estos policías que se pasan el día amenazando a las instituciones vascas no son aptos para una sociedad democrática.

Los últimos acontecimientos y las declaraciones sobre el escándalo del absentismo en la Ertzaintza son vergonzosos. Con evidente sarcasmo y en referencia a la Brigada Móvil, el consejero de Seguridad, Josu Erkoreka, señaló que los agentes aparentemente más en forma eran los que resultaban ser más enfermizos, con dolencias muy contagiosas. No parece que la ironía sea el registro más apropiado. Menos aún si se está informando de que Asuntos Internos de la Ertzaintza está investigando si la epidemia de bajas en el contexto del Tour y en determinadas unidades es algo más que estadísticamente improbable. Es decir, si policías han cometido delitos.

La respuesta a Erkoreka del secretario general de ErNE, Sergio Gómez de la Serna, no mejora el debate. Argumenta que las bajas se deben a la dureza de su trabajo, porque «cuando llueve estamos bajo la lluvia». Por desgracia, los sindicatos policiales son parte nuclear del problema. Precisamente el movimiento asindical parte tanto de un impulso autoritario como del hartazgo con la casta sindical de la Policía. La desconexión de ambas partes con la sociedad vasca es tremenda. A falta de saber en qué queda la investigación interna, nadie en Euskal Herria se cree la versión oficial. Además de autoritarios y sectarios, esos ertzainas son unos sinvergüenzas.

Por todo ello, urge sacar de la demagogia y las ocurrencias el debate, reconducirlo al terreno político serio y abrirlo a la sociedad a la que los cuerpos policiales deben servir.