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LA INJUSTICIA CONTRA EL PERIODISTA PABLO GONZÁLEZ LLEGA AL PARLAMENTO EUROPEO

Asoma en Bruselas un rayo de esperanza para «Pavel»

Tras 16 meses de inacción de la UE, y en plena Presidencia comunitaria de una España que mira a otro lado, no es plato de gusto ni cómodo viajar a la sede del Parlamento de la UE para denunciar la situación del periodista Pablo González. Pero se lo debemos a él y a los europarlamentarios (Podemos, EH Bildu, BNG) que nos han entreabierto sus puertas.

En la página anterior, rueda de prensa de presentación de la iniciativa en el Parlamento de la UE. Junto a estas líneas, «foto de familia» de la comitiva de familiares y amigos de Pablo González ante la sede comunitaria. (GARA)

Un año, cuatro meses y siete días -con sus largas noches- han pasado -en prisión no pasan, pesan como losas- desde que el periodista Pablo González fuera detenido por la Policía polaca y encerrado en la cárcel de Rsezow.

492 días después -uno arriba o abajo (otra vez la injusticia del lenguaje)-, escuchar directamente por boca de su esposa y madre de sus hijos, Oihana Goiriena, el suplicio, la inquina con la que la ¿Justicia? de Polonia está maltratando al periodista vasco y a su familia prolonga ese vértigo-vacío que uno siente cuando, en su despegue, el avión deja de tocar tierra y se suspende en el aire.

Una desazón que perdurará durante toda la visita al Parlamento de la UE en Bruselas.

Acompañan a Goiriena el compañero de tándem de Pablo y fotógrafo gallego Juan Teixeira y activistas del Grupo de Apoyo en Madrid por la libertad del prisionero, entre los que se incluye la presencia de varios veteranos y, por lo tanto, escarmentados periodistas-corresponsales.

Completa la «comitiva» quien esto firma, redactor-analista de Internacional del grupo de comunicación GARA-NAIZ y encargado de coordinar a los colaboradores que, con su impagable trabajo, acercan a nuestra comunidad de lectores a la comprensión de los distintos escenarios de un mundo muy complejo. No en vano Pavel, que colaboraba hasta su detención en varios medios, escritos y audiovisuales, comenzó como corresponsal especializado en el espacio potsoviético en este diario.

Llegados a Bruselas, sobrecoge la magnificencia arquitectónica del conjunto que alberga la sede del Parlamento Europeo a quienes la visitamos por primera vez. Sobrecoge, sobre todo, por esa frialdad que transmiten esos grises edificios que parecen la translación urbanística de la fosa abierta entre las instituciones de la UE y la ciudadanía europea.

Un alejamiento que, en el caso de Pablo González, ha roto la iniciativa del Grupo de La Izquierda-The Left (Miguel Urbán, eurodiputado de Anticapitalistas) y del Grupo de los Verdes Green-Alianza Libre Europea (ALE, en la que se integran Pernando Barrena, de EH Bildu, y Ana Miranda, del BNG).

PRIMERA VICTORIA

Llevan meses tratando de trasladar el caso al Parlamento de la Unión Europea y han hecho posible una primera victoria, la de que la voz, el grito, de un periodista silenciado en el aislamiento de una celda durante más de un año, y todavía hoy con solo una hora de patio diaria, se oiga, en el eco de su familia, de sus amigos, de la solidaridad.

Pequeña y trabajada victoria en una visita frenética, que arranca con una rueda de prensa en la que, además de los eurodiputados, Goiriena y Teixeira, la periodista Teresa Aranguren, experta en el mundo árabe, liga semejante atentado a la libertad de prensa con una guerra, la de Ucrania, que «nunca puede ser excusa para la pérdida de valores fundamentales de la UE».

Paco Audige, enviado de TVE a numerosos conflictos y veterano defensor de periodistas, establece un nexo común, el de la acusación de espionaje o de «atentado contra la seguridad nacional» del «caso González» con los de Julian Assange, fundador de WikiLeaks perseguido por EEUU; el corresponsal de “The Wall Street Journal” Evan Gershkovich, detenido en Rusia y el corresponsal del diario polaco “Gazeta Wyborcza” Andrzej Poczobut, encarcelado en Bielorrusia. Destaca la cruel paradoja de que Polonia exiga la puesta en libertad de Poczobut, de la minoría polaca en Bielorrusia, mientras retiene sin cargos a González.

Urbán culminaba la primera comparecencia anunciando un encuentro con eurodiputadas -todos los representantes polacos han declinado la invitación- para exponer un caso que si ya es desconocido en el Estado español, lo es mucho más en Europa.

Segunda pequeña victoria. En presencia física (Izaskun Bilbao, EAJ-PNV) o a través de representantes de eurodiputadas catalanas (Clara Ponsatí, Junts per Catalunya), españolas, alemanas e italianas, el encuentro culmina con el compromiso y disposición de dos de ellas, la neerlandesa Tinneke Strijk (Países Bajos, Verdes) y la irlandesa Clare Daly (independiente, pero adscrita a The Left) de llevar el caso a las más altas instancias, incluidos el Consejo de Europa y los organismos competentes de la ONU. Sin olvidar a la UE.

Strijk conoce de primera mano y a través de informes en cuya elaboración ha colaborado, las fallas del sistema judicial polaco y propone dirigir los esfuerzos directamente al Gobierno de Varsovia.

Resulta especialmente convincente la intervención de Cristina Ridruejo, del Grupo de Apoyo para la Liberación de Pablo, recordando que lo único, que es todo, que se pide al Parlamento Europeo es que haga cumplir sus propias leyes.

Y es que en todas las intervenciones se insiste en que, con el horizonte irrenunciable de la liberación del periodista, se le garantice el derecho a saber de qué se le acusa, a tener un juicio sin dilación medieval, imparcial y con respeto a la presunción de inocencia y, por qué no, a ser extraditado al Estado español para que esté lo más cerca posible de los suyos.

No es tanto. Nada si la UE, y el Estado español, presionaran a su socio polaco, ese al que tanto critican por la falta de independencia del Poder Judicial, y ante el que callan, y otorgan, contribuyendo a la total indefensión del periodista.

PERIODISMO Y REACCIÓN

El encuentro da paso a sendas ponencias que arrancan, tras la presentación por parte de la eurodiputada galega Miranda, con un análisis de la situación del periodismo global ante el auge reaccionario.

El que firma esta crónica la inicia destacando que el caso de Pablo González personifica ambas derivas y exponiendo lo que el periodista, desde su profesionalidad y conocimiento del mundo postsoviético, y eslavo, ha aportado a nuestro proyecto comunicativo hasta su encarcelamiento. Como breve inciso, recuerda, en el marco de los ataques a la libertad de prensa en Europa, que hace unos días murió Jabier Salutregi, último director del clausurado “Egin”, y que purgó cárcel solo por serlo (también denuncia el cierre igualmente injusto de “Egunkaria”).

Lola Onieva, activista vallecana, hace lo propio y denuncia la persecución policial diaria, vía imputaciones fabricadas y multas en el Estado español. Así, expone los casos del rapero José Miguel Arenas Beltrán “Valtonyc”, refugiado precisamente en Bruselas tras ser condenado por sus letras; el de Edurne Correa, quien necesitó años para demostrar que en vez de agresora había sido agredida por la Policía en una protesa de «jaque al rey»; o el del también rapero Pablo Hasel, quien lleva dos años en prisión intentando defenderse de acusaciones por cantar-contar que «todos los borbones son unos ladrones».

El Estado español, con su ministro de Exteriores, José Manuel Albares, es el blanco principal de las críticas en todas las ponencias. También en la del que fuera corresponsal de TVE Javier Saenz Munilla, quien abre el foco y denuncia la propuesta francesa de legalizar en la UE el espionaje a periodistas «por razones de seguridad nacional» a través de la European Media Freedom Act.

Porque estamos en el corazón de Europa Occidental. Que permite, en palabras de Barrena, mantener a Pablo González encerrado en un «Guantánamo europeo, sin derecho a la presunción de inocencia». Un caso que, en opinión de Urbán, es un «aviso a navegantes» a otros periodistas, para que calculen el riesgo de informar desde todos los ángulos sobre los conflictos que asolan al continente y al mundo.

Cierran las jornadas los testimonios de la madre de los hijos del periodista encarcelado y de su compañero profesional, Teixeira, quien denuncia que la retención de Pablo por parte del servicio secreto ucraniano (SBU), con el más que probable conocimiento-complicidad del CNI español, y su posterior arresto en Polonia una vez iniciada la guerra ha truncado su vida personal, familiar e incluso profesional, precisamente cuando despuntaba como experto en el complejo escenario del este europeo.

Volvemos a casa con esa sensación agridulce de que hemos tocado una puerta que, sin embargo, sigue sin abrirse. A la hora del embarque para el regreso, nos despedimos del comité de apoyo, «que te reconcilia con lo mejor de Madrid», sentencia el gallego Teixeira. Asentimos.

A Oihana se la ve agotada tras tantas comparecencias y entrevistas. Pero cansadamente contenta. Ha visitado a Pablo solo dos veces en un año y cuatro meses y sus hijos no han podido hablar con él en todo este tiempo. No le dejan seguir sus estudios de doctorado y tiene un compañero de celda con problemas que requieren asistencia sicológica.

Pese a todo, ella sonríe. Quién soy yo para no abonarme al optimismo. El vértigo del avión ha desaparecido. Volamos rumbo a casa. A esa casa en la que esperamos a Pavel. En Nabarniz, en Madrid, donde sea... pero libre. En casa.